Las mentiras en la infancia siempre han sido un tema de interés para el psicoanálisis. Freud afirmaba que, muchas veces, los niños recurren a ellas como una forma de manejar la ansiedad o el temor a las consecuencias de la verdad.
Las mentiras y secretos de los niños pueden ser considerados como manifestaciones de procesos mentales inconscientes y complejos que pueden revelar aspectos importantes sobre la vida emocional y los conflictos internos del niño y también una forma de escapar del enojo de los adultos.
Algunas de las formas en las que los psicoanalistas pensamos las mentiras y secretos de en la infancia tienen que ver con su manifestación simbólica. Los niños y niñas pueden comunicar sus pensamientos, deseos y emociones a través de símbolos y metáforas.
Estas formas simbólicas pueden expresar conflictos internos o deseos reprimidos que no son asequibles de manera inmediata para el niño mismo. Por ejemplo, contar una gran historia de dragones que devoran con su fuego y soldados en peligro para hablar de sí mismos o de situaciones que viven como peligrosas en la casa o en la escuela.
Otras veces, pueden ser una forma de defensa psicológica contra situaciones o emociones que encuentran amenazadoras o angustiantes. A veces los niños se encuentran en situaciones difíciles, por ejemplo cuando existen conflictos parentales pueden no decir toda la verdad, omitir información o distorsionarla porque creen o saben que con ello lastimarán menos a ambos padres.
Estos comportamientos también pueden ser estrategias inconscientes para protegerse de conflictos, culpa, remordimiento o castigos posibles.
Las mentiras y secretos de un niño pueden indicar conflictos internos, como sentimientos de culpa, miedo o vergüenza. Estos comportamientos son pistas sobre su padecer y es importante explorarlos. Durante el proceso psicoanalítico se utilizan las mentiras y secretos del niño como material para explorar el inconsciente del niño y develar la verdad que quiere salir a la luz.
Desde este punto de vista y aunque constituya un oxímoron, me gusta pensarlo de esta forma: los niños siempre dicen la verdad, aunque mientan.
El doctor Matthew Rouse psicólogo clínico del Child Mind Institute, afirma que una de las razones por las que los niños mienten es porque carecen de seguridad y por ello pueden contar mentiras elaboradas para lucirse, impresionar y así reforzar su autoestima.
Todos conocemos niños y niñas que nos han contado historias fantásticas y/o fantasmagóricas, muchas involucran situaciones tan floridas que escucharlas nos genera risa y ternura, pero cuidado que la elaboración de mentiras puede estar asociada, no siempre, a dificultades que se encuentran atravesando.
Por ejemplo, los niños y niñas que padecen estados depresivos o ansiosos pueden ocultar información de cómo se sienten para dejar de ser la preocupación de sus familia. Otras veces se inventan historias extravagantes, universos paralelos para tapar verdades crueles como el maltrato y el abuso sexual. En otras oportunidades es tanta la pena y la vergüenza de padecer situaciones victimizantes que se inventan entornos extraordinarios repletos de brillos y alegría para compensar la privación.
Qué hacer cuando los chicos mienten
Cuando se trata de mentiras pequeñas que no dañan a nadie y que en realidad intentan arreglar un problema, como no ver discutir a los padres, ayudar a un amigo, quizá lo mejor sea agradecerle el gesto magnánimo de haber saltado la raya de su propia ética para ayudar al otro, pero mencionar que no es necesario hacerlo.
Si se trata de mentiras que involucran grandes construcciones imaginarias sería interesante en lugar de retarlo entrar en esa burbuja para conocer ese mundo desde adentro junto a él, solo si lo quiere compartir. Lo más probable es que desde esa situación de confianza finalmente pueda contar lo que lo preocupa y maquilla de esa forma.
En el caso de mentiras para evitar responsabilidades como perder, romper, tomar cosas ajenas, etc., es importante señalarle que lo que está contando suena más a cuento que a realidad y que siempre es mejor decir la verdad y enfrentar las consecuencias.
Cuando se trata de niños mayores, lo que Jean Piaget llamó “Fase de Mentira Moral”, que comienza desde los 11 años en adelante y existe un conocimiento profundo de las consecuencias morales de sus acciones y tiene fuertemente internalizadas las normas sociales y valores, deben saber que existen repercusiones para ese tipo de comportamiento.
Recomiendo no ser dramáticos en el sentido de enarbolar las frases: “Me defraudaste, nunca hubiese esperado algo así”, etc. Lo cierto es que deben criarse en un mundo cargado de mentiras y secretos y que estos son parte de la naturaleza humana y que, seguramente, han visto mentir y ocultar a los adultos y a otros niños y niñas a su alrededor, así que perder cierto privilegio como un tiempo acotado sin celular o una salida es suficiente para encuadrar los límites.
En todos los casos, y especialmente en los de los adolescentes, es imprescindible establecer límites apropiados al sistema familiar en el que viven. No se puede pretender que no oculten si los adultos a su alrededor ocultan. Es fundamental ser coherente y honesto con las expectativas.
La verdad se puede entender de diversas maneras, dependiendo del contexto familiar, filosófico, religioso o cultural en el que se explora.
La cuestión de la honestidad y la mentira es un tema complejo en la sociedad y puede generar preguntas difíciles, especialmente cuando se trata de la diferencia entre las expectativas que los adultos tienen para los niños y su propio comportamiento.
Es importante tener en cuenta que, aunque los adultos también pueden mentir y ocultar, enseñar a los niños y niñas sobre la importancia de la honestidad es una forma de sembrar un comportamiento ético.
Los niños son seres éticos y siempre buscan estar del lado de la verdad, son compasivos y solidarios con el otro, por eso es importante señalar que cuando mienten tienen algo para decir que siempre esconde una verdad.