Pese a la falta de refugios, las autoridades anunciaron que establecerán un centro de inmigración que comenzará a funcionar a partir del miércoles.
A escasas horas de que expire el plazo que Pakistán concedió a todos los migrantes indocumentados para abandonar el país, el caos impera en los principales pasos fronterizos con Afganistán, donde cientos de camiones cargados con miles de afganos forman colas kilométricas, a la espera de ser registrados por las autoridades.
En la medianoche concluye el ultimátum que Pakistán dio el pasado 3 de octubre a los extranjeros indocumentados, incluidos 1.7 millones de afganos, para que abandonasen el país si no querían ser expulsados por la fuerza.
Este elevado numero de afganos ha generado grandes esperas en los principales cruces entre Pakistán y Afganistán, como en el paso clave de Torkham, donde predomina la ansiedad entre los migrantes que aguardan a que las autoridades afganas registren sus datos antes de permitirles la entrada al país.
“Gulfishan, Gulfishan, ¿dónde estás? Nos vamos”, gritaba hoy una mujer que aparentemente llamaba a su hija, a la que buscaba entre las calles abarrotadas.
Cerca de ella, un hombre de unos 40 años empujaba la silla de ruedas de su madre anciana, mientras recordaba la ironía que suponía deshacer el camino andado tiempo atrás, cuando recorrieron esa ruta en sentido contrario desde Afganistán.
"Nuestros padres nos sacaron de Afganistán hace cuarenta años en hombros, ahora los llevamos de regreso en sillas de ruedas, así es nuestra vida", dijo a Efe Haider Zaman, preguntándose por qué Pakistán no podía permitirse acoger a una señora como su madre, de unos 80 años.
Quejas como la suya contra el Gobierno paquistaní resonaban con fuerza entre la mayoría de migrantes afganos, que denunciaron que las autoridades no estaban preparadas para gestionar una repatriación masiva como la que se habían visto obligados a efectuar con apenas un mes de plazo.
Es el caso de otro migrante, Rashid Khan, que aseguró a Efe que fue detenido junto a su familia hace dos días a unos tres kilómetros de la frontera y todavía no había recibido el permiso para seguir adelante, mientras protestaba por el excesivo precio que los transportistas les cobraban para llevarles hasta la frontera, muy superior al habitual.