En la "confusión y el caos", la gente pensó inicialmente que se trataba de una broma de Halloween, pero las cosas se agravaron muy rápidamente.
Iba a ser una velada familiar agradable en un boliche de Lewiston, una pequeña ciudad del noreste de Estados Unidos, pero la placidez se transformó en pesadilla cuando un hombre armado con un fusil semiautomático irrumpió en el local y disparó contra los asistentes, un escenario que tristemente se ha vuelto habitual en el país.
"Nada parece real, pero infelizmente es el caso. Estamos devastados (...) anoche perdimos personas extraordinarias", se lee en la página de Facebook de "Just-In-Time recreation", un boliche al que en general asisten familias que buscan pasar un buen rato.
Un reservista del ejército abrió fuego la noche del miércoles en un boliche y en un bar-restaurante de la ciudad, matando al menos a 18 personas, e hiriendo a otras 13, según el balance ofrecido por la gobernadora del estado, Janet Mills.
Esta pequeña ciudad, la segunda en importancia del estado, amaneció blindada y la policía recomendó a sus 36 mil habitantes que permanezcan en sus casas. Cientos de policías trabajan activamente en todo el estado para hallar al autor de la última matanza en un país que parece anestesiado por la violencia de las armas.
Riley Dumont, que había acudido al boliche con su familia, incluida su hija de 11 años, contó a la cadena ABC que los disparos resonaron en plena partida de bolos.
"Me tiré encima de mi hija, y mi madre encima mío", dijo Dumont, y explicó cómo su padre, un policía retirado, volcó una mesa para proteger a niños de la balacera. "La gente gemía y lloraba", describió.