Mintió a sus jefes, amenazó con desenmascarar a otros informantes e incluso admitió haber matado a tres personas durante sus días como traficante de cocaína. Pero aprovechó sus amplios contactos para sobrevivir.
En sus dos décadas como soplón profesional en el mundo de las drogas, Jorge Hernández fue un maestro de la traición.
Mintió a sus supervisores, amenazó con desenmascarar a otros informantes e incluso admitió haber matado a tres personas durante sus días como traficante de cocaína. Pero una y otra vez, aprovechó sus amplios contactos en el mundo del narcotráfico para sobrevivir, evitar pisar la cárcel y seguir ganando dinero.
El soplón, clave
Ahora, Hernández ha vuelto a darle la vuelta a las cosas, esta vez contra la misma agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) que lanzó su lucrativa carrera como solucionador de problemas para traficantes, fiscales y abogados defensores por igual. Y ha entregado su trofeo más explosivo hasta el momento: dos agentes veteranos de la DEA acusados de conspiración por soborno por 73 mil dólares, un cargo relacionado con la filtración de información sobre investigaciones de drogas en curso.
Hernández, un hombre fornido y calvo conocido por su apodo de Boliche, realizó grabaciones secretas para el FBI y se espera que desempeñe un papel clave este mes en el juicio federal en Manhattan de los exsupervisores de la DEA, Manny Recio y John Costanzo Jr. Es un caso que amenaza con exponer la parte más sórdida de la DEA, que ha visto cómo al menos 18 de sus agentes son acusados o condenados por delitos desde 2015, muchos de ellos por tener una relación inapropiadamente cercana con los informantes.
En medio de este mundo, hay un círculo ferozmente competitivo de costosos abogados defensores en Miami a los que se hace referencia con ligereza como la “barra del polvo blanco”. Su actividad comercial no consiste tanto en los puntos más finos de la ley, sino en luchar para conseguir que capos sean sus clientes, antes de que siquiera seque la tinta en sus acusaciones, y así negociar acuerdos de rendición y convertirlos en cooperadores del gobierno.