El conflicto entre Israel y Palestina es un tema de larga data que tiene profundas raíces históricas y políticas, pero pese a su factor casi atemporal, ha potenciado las preocupaciones este inicio de octubre ante los ataques más recientes.
La razón fundamental detrás de la guerra entre ambas naciones es la lucha por el control de la tierra en la región histórica de Palestina, considerada sagrada tanto por judíos como por musulmanes y cristianos.
Para comprender la gravedad del conflicto actual y las preocupaciones en torno a los ataques más recientes, es esencial examinar los eventos y desarrollos históricos que han llevado a esta situación.
Se debe remitir, por ejemplo, al sionismo, un movimiento nacionalista judío que aboga por la creación de un Estado judío en Palestina, el cual ganó fuerza a fines del siglo XIX debido a razones económicas, nacional-religiosas y humanitarias.
Y con ello, la migración judía hacia Palestina aumentó a lo largo del tiempo, lo que generó tensiones con la población palestina local que también buscaba la independencia.
En 1947, las Naciones Unidas emitieron la Resolución 181 (II), que dividió la región en dos Estados: uno árabe y otro judío.
Sin embargo, en 1948, Israel ganó la Guerra de la Independencia y ocupó una parte significativa del territorio palestino, lo que llevó a la expulsión de una gran cantidad de palestinos y la creación de la población refugiada palestina.
La guerra de 1967, conocida como la Guerra de los Seis Días, resultó en la ocupación de Gaza y Cisjordania por parte de Israel, generando un nuevo éxodo de palestinos. Desde entonces, Israel ha establecido asentamientos ilegales en los Territorios Palestinos Ocupados, lo que ha sido un punto de conflicto constante.
Jerusalén Este es otro punto crítico en el conflicto, ya que es de importancia religiosa para tres religiones principales y ha sido objeto de disputa entre palestinos e israelíes. La anexión de Jerusalén Este por parte de Israel en 1980 ha sido fuente de tensión continua.
Los Acuerdos de Oslo, firmados en 1993, se esforzaron por establecer un proceso de paz, pero no lograron un acuerdo duradero. Cisjordania se dividió en zonas con diferentes niveles de control israelí y palestino, lo que ha llevado a un acceso desigual a recursos clave.
Gaza, a menudo denominada "la prisión más grande del mundo", enfrenta una grave crisis humanitaria debido al bloqueo israelí, que ha resultado en una falta de acceso a recursos esenciales como alimentos, agua y atención médica.
Y aunque la situación actual no es inédita, el conflicto se ha intensificado con ataques como los de mayo de 2021, que llevaron a la escalada de violencia y preocupaciones globales. Y a pesar de las numerosas resoluciones de la ONU y las denuncias de violaciones de derechos humanos, la situación sigue siendo un desafío sin resolver debido a la falta de voluntad política internacional para abordar las cuestiones fundamentales.
Así, en este contexto donde las raíces históricas profundas, los desplazamientos de población y la falta de resolución radicalizan una situación de conflicto prolongado, sin duda el camino hacia una solución duradera requiere un esfuerzo concertado de la comunidad internacional y una voluntad política real para abordar las cuestiones fundamentales que subyacen en los hechos.
Por lo pronto, desde este nodo occidental, solo queda ofrecer toda la ayuda humanitaria posible y abogar por un alto al fuego y el apego a la paz global. Ojalá que así sea.