Si es usuario habitual de redes sociales, seguro que ha oído hablar del SIBO. De apenas conocerla nadie, esta alteración intestinal ha pasado este verano a estar en boca de todos, sobre todo de jóvenes y adolescentes. Muchas influencers de Instagram y TikTok han compartido que sufrían sus efectos.
La historia que se repite es la siguiente: una persona sufre problemas de digestiones pesadas, hinchazón y gases, acidez, diarreas frecuentes.
Le hacen un sencillo test de aliento y le dicen que libera mucho más hidrógeno de lo normal, debido a un sobrecrecimiento de bacterias en el intestino delgado. Le recetan antibióticos.
Como consecuencia se altera toda la microbiota intestinal y le recomiendan que tome probióticos para reponerla.
Quizá, de paso, le proponen hacer un análisis completo de la microbiota intestinal a partir de una muestra de heces.
Se aburre de estar tomando probióticos, por lo que le diseñan una dieta “personalizada”. Al final, tras varios cientos (o miles) de euros gastados, se encuentra un poco mejor… o no.
¿Qué es el SIBO y qué significa?
SIBO no es el nombre de una bacteria, es el acrónimo de Small Intestinal Bacterial Overgrowth (sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado). Llamamos microbiota intestinal al conjunto de todos los microorganismos (bacterias, arqueas, virus, hongos y protozoos) que alberga el sistema digestivo. Está constituida por cientos, probablemente miles, de especies distintas.
En realidad, somos un complejo ecosistema en equilibrio con millones de interacciones entre esos microbios y nuestras células. La microbiota respalda el funcionamiento saludable de nuestro sistema digestivo, inmunitario, endocrino y nervioso. Produce vitaminas, ácidos grasos de cadena corta, aminoácidos, neurotransmisores, hormonas y otros muchos compuestos.
Cuando ese equilibrio se altera, por cambios en la composición o el número de microorganismos –lo que se conoce como disbiosis– se pueden desarrollar enfermedades inflamatorias intestinales, síndrome del intestino irritable o dolencias metabólicas como la diabetes, la obesidad y las alergias.
Pero no todo es SIBO. Se han identificado otros tipos de trastornos en la microbiota intestinal: LIBO (sobrecrecimiento bacteriano en el intestino grueso), SIFO (sobrecrecimiento fúngico en el intestino delgado) e IMO (sobrecrecimiento de metanógenos intestinales).
Demasiadas bacterias en el intestino delgado
El SIBO consiste en la presencia de bacterias específicas del colon en el intestino delgado en cantidades mayores a 103 UFC/mL (Unidades Formadoras de Colonias por mililitro).
Esto supone un cambio en el equilibrio de especies individuales de la microbiota en el intestino delgado y causa síntomas gastrointestinales. Los pacientes con SIBO producen hidrógeno en exceso debido a la fermentación de los carbohidratos consumidos.
Las bacterias características de ese sobrecrecimiento incluyen Streptococcus, Staphylococcus, Bacteroides y Lactobacillus. También suele haber un aumento en el número de microorganismos de los géneros Escherichia, Klebsiella y Proteus.
¿Cuáles son los síntomas del SIBO?
En cuanto a los síntomas, el SIBO se suele manifestar con dolor abdominal, distensión, gases, diarrea y movimientos intestinales irregulares. Estos problemas pueden llevar a la malabsorción, lo que resulta en deficiencias nutricionales, anemia o hipoproteinemia (disminución de la concentración sérica de proteínas).
Además, la acumulación de microorganismos puede generar un aumento de algunos componentes bacterianos (como el lipopolisacárido), que estimulan una respuesta inflamatoria y generan una inflamación crónica.
El diagnóstico se realiza aspirando el contenido del yeyuno (mediante endoscopia) y cultivando la muestra en el laboratorio. Una concentración mayor de 103 UFC/mL en dicho cultivo indicaría la presencia de SIBO. Una de las limitaciones es que todavía no hay un consenso sobre cuál es la microbiota normal en el intestino delgado.
Debido al carácter invasivo de esa prueba, se utilizan también test indirectos de aliento. Consisten en medir la cantidad de hidrógeno y de metano que se exhala tras beber una mezcla de agua y glucosa o lactulosa. Este tipo de azúcares se suelen absorber y degradar en el intestino grueso y no en el delgado.