Puede ser una alteración genética o adquirida, también conocida como resistencia insulínica, que afecta los niveles de azúcar en la sangre.
Primero, debemos tener claro qué es la insulina. Esta es una hormona producida por el páncreas que ayuda a que la glucosa, es decir, el azúcar, que proviene de los alimentos, pueda entrar a las células para así poder obtener energía para nuestro cuerpo.
Entonces, qué es la resistencia a la insulina. En términos fisiológicos, la resistencia a esta hormona se refiere a una inadecuada captación de la glucosa dependiente de insulina por parte de los tejidos. Con el tiempo, como resultado de esta alteración los niveles de glucosa en la sangre aumentan y se genera una sobreproducción pancreática de insulina.
La resistencia a la insulina sucede entonces cuando las células se vuelven literalmente resistentes al efecto de la insulina en ellas. Esa insulina no funciona bien, las células necesitan cada vez más insulina para permitir que la glucosa entre a ellas y esto hace que el azúcar en la sangre suba y la energía en las células baje.
El páncreas sigue produciendo cada vez más insulina en respuesta a la elevación de la glucosa en la sangre, pero el cuerpo no reacciona como debe. Y ahí es cuando todo se complica, pues los niveles de azúcar en la sangre empiezan a aumentar sin que nada los controle y se desarrollar enfermedades como la diabetes.
Esta afección parece estar relacionada con ciertos factores de riesgo como tener antecedentes familiares, es decir, si tus padres o hermanos tienen diabetes; la obesidad, especialmente cuando hay grasa acumulada en el abdomen; el estilo de vida sedentario…
El problema es que la resistencia a la insulina generalmente no presenta síntomas y frecuentemente no se detecta hasta que los niveles de azúcar se elevan. Por eso, si consideras que tienes alguno de los factores de riesgo, lo mejor es que empieces a cambiar tus hábitos cuanto antes.