Bienvenidos a su humilde columna, que ni es humilde ni es su columna.
Hay un tiempo en el que se piensa que los migrantes han parado en seco su intención de cruzar a los Estados Unidos con el objetivo de buscar una mejor vida, pero de pronto llega una caravana de miles de ellos que solo te hace pensar una cosa, este tema jamás tendrá fin.
Y no pasará por muchas cuestiones, entre estas que hay países en donde se alberga mucha delincuencia, falta de oportunidades, principalmente; las familias no pueden, aunque quieren sobrevivir a la crisis, y la “cultura” de siempre, es buscar una oportunidad en los Estados Unidos, hay muchos que han cristalizado el sueño. A otros les ha costado la vida.
Para un migrante no existe el miedo, solo la esperanza.
Están centrados en un mismo objetivo que es juntar dinero, encontrar a una persona que haga esos “viajes” y prepararse y preparar a su familia para un viaje sin retorno, ¿con un final feliz?, nadie lo sabe… solo les queda la esperanza y se aferran a que puede ser posible.
Ayer en Monclova se detuvo el tren, cargado y no solo con góndolas, sino con más de tres mil migrantes, se imagina usted la masa de personas que esto significa.
La mayoría de ellos venezolanos, si usted piensa que en esta ciudad y en general en México está la situación “choncha”, no se quiere imaginar cómo está en aquel país.
Más de 9 millones de venezolanos sufren de inseguridad alimentaria de moderada a grave: un tercio de la población.
Estamos hablando de comida, no solo del sustento para llegar a fin de mes con las necesidades de pagos de servicios, estamos hablando de alimento, lo primordial que necesita el ser humano para vivir.
Desde 2013 existe una crisis económica en Venezuela, como consecuencia de la caída de los precios del petróleo, las expropiaciones y las restricciones del control de cambio de la moneda, la corrupción, entre otros.
El ingreso mínimo vital en Venezuela está fijado en 130 bolívares, que equivalen a unos 5,4 dólares, roza niveles de miseria y se ubica como el más bajo de América Latina, seguido por Haití y Cuba.
Existe gente que le causa mucho pudor que la ciudad sea paso de migrantes, hay otro sector que está a favor y no solo eso, defiende sus derechos, hay quienes les brindan alimentos, agua y lo necesario para que descansen, se aseen y sigan su camino.
Cada persona tiene una historia, cada familia se ha topado con cosas inimaginables en su camino montados en la “bestia”, ¿debemos ser empáticos? O ¿reclamar políticas públicas para que esto se pueda solucionar? Con un final feliz para todos.
¿Usted qué opina?