En un mundo donde la comida abunda como nunca antes, nuestros cerebros están cableados para buscar el placer más que el equilibrio. Según el investigador Daniel Osorio Gómez del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, nuestros cerebros responden a los estímulos de placer cuando se trata de comida, en lugar de simplemente mantener un equilibrio homeostático.
Esta revelación se hizo durante la conferencia "Gustos que dejan huella: descifrando los mecanismos de la memoria gustativa". El cerebro humano se enfrenta constantemente a una avalancha de información, con diversos estímulos compitiendo por su atención.
Entre estos estímulos se encuentran la búsqueda de una pareja adecuada, la evasión de peligros, la búsqueda de refugio, la localización de fuentes de alimentos y agua, la huida de la violencia y la orientación espacial. Todos estos estímulos se almacenan en forma de recuerdos para garantizar nuestra supervivencia.
En el caso de los estímulos relacionados con la comida, nuestro cerebro debe tomar decisiones importantes. Algunos alimentos nos atraen debido a su capacidad para generar nutrientes, mientras que otros nos alejan debido a las consecuencias negativas que pueden tener en nuestra salud. Esta decisión se basa en la integración de señales externas e internas que el cerebro procesa constantemente.
Las señales externas incluyen imágenes y olores de alimentos apetitosos, que generan memorias gustativas cuando se combinan.
Las señales internas provienen del estómago, que evalúa las consecuencias de los alimentos después de ser ingeridos. Estas señales ayudan al cerebro a establecer memorias sólidas sobre alimentos beneficiosos o perjudiciales.
Es importante destacar que las memorias gustativas no son estáticas; se actualizan con frecuencia para incorporar nueva información.
Esto lleva a considerar la memoria gustativa como un proceso de reconocimiento que incluye la evaluación de la novedad y la familiaridad, así como las consecuencias postingestivas.
Cuando probamos un nuevo sabor y nos gusta, nuestro cerebro crea una respuesta clara que nos hace desear ese sabor nuevamente en el futuro. Sin embargo, también podemos desarrollar una memoria de aversión hacia los sabores que asociamos con malestar gastrointestinal.
Osorio Gómez explicó que podemos inducir una memoria de aversión siguiendo ciertos requisitos, como generar un cambio conductual similar a la memoria natural y promover cambios en la plasticidad sináptica que fortalezcan la conexión entre neuronas.
En última instancia, nuestra evolución ha favorecido los alimentos dulces, ya que a menudo están relacionados con consecuencias positivas después de la ingestión y generan un estado de bienestar. Sin embargo, esta búsqueda constante de placer alimenticio puede llevar a la adicción a alimentos y bebidas con alto contenido de azúcar, lo que plantea preocupaciones sobre sus efectos en la salud.