Los microplásticos, diminutas partículas de plástico que abundan en nuestros océanos y entornos naturales, han sido objeto de creciente preocupación ambiental en los últimos años.
Ahora, un estudio reciente publicado en el International Journal of Molecular Science revela que estos microplásticos no solo están contaminando nuestros cuerpos, sino que también tienen la capacidad de llegar al cerebro de los mamíferos y alterar su comportamiento.
Investigadores de la Universidad de Rhode Island, Estados Unidos, llevaron a cabo este estudio pionero para comprender mejor cómo los microplásticos afectan a los mamíferos, una preocupación que ha permanecido en gran parte sin explorar hasta ahora.
Los microplásticos, que provienen principalmente de la descomposición de objetos de consumo humano, se encuentran en diversos entornos, desde océanos y ríos hasta suelos y aire.
Se estima que la mayoría de estos diminutos fragmentos se encuentran en nuestros océanos. Hasta ahora, se había investigado principalmente su impacto en la vida marina, pero este estudio arroja nueva luz sobre sus efectos en los mamíferos.
Los científicos descubrieron que los microplásticos pueden ingresar al sistema digestivo de los mamíferos y, a través del torrente sanguíneo, dispersarse por todo el cuerpo. Esto lleva a cambios sorprendentes en el comportamiento de los animales, como se demostró en un experimento en el que los ratones expuestos a microplásticos se volvieron más dóciles y confiados en su entorno.
El experimento consistió en alimentar a un grupo de ratones con agua que contenía partículas de poliestireno bioluminiscente durante tres semanas. Sorprendentemente, los fragmentos de microplástico se encontraron no solo en los órganos inmediatos al sistema digestivo, como el hígado, el bazo y los riñones, sino también en el tejido cerebral de los ratones.
En una prueba en campo abierto, los ratones expuestos a microplásticos mostraron comportamientos preocupantes, como movimientos erráticos y una mayor exposición en condiciones de poca luz. Sus cerebros también revelaron signos de inflamación y la presencia de partículas bioluminiscentes.
Además, se observó que los cerebros de los ratones expuestos tenían una menor cantidad de proteína acida fibrilar glial (GFAP), una molécula asociada con las primeras etapas de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.
Este estudio destaca la importancia de comprender mejor la toxicidad de los microplásticos y su impacto en la salud humana, ya que la exposición a estas partículas es inevitable debido a su ubicuidad en el medio ambiente.
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Aunque quedan preguntas por responder, como cómo el sexo, el método de exposición y la duración afectan los resultados, está claro que debemos abordar este problema con urgencia para proteger nuestra salud y el ecosistema que compartimos con estos diminutos pero poderosos contaminantes.