El síndrome alfa-gal es una enfermedad alérgica compleja caracterizada por el desarrollo de anticuerpos IgE específicos contra la galactosa-alfa-1,3-galactosa (alfa-gal), un oligosacárido presente en las células y tejidos de los mamíferos no primates.
Las personas con anticuerpos IgE contra la alfa-gal pueden sufrir una forma retardada de anafilaxia tras el consumo de carne roja. Ciertos aspectos del síndrome alfa-gal lo distinguen de otras alergias alimentarias: los síntomas que provocan los anticuerpos IgE dirigidos contra una porción de hidratos de carbono, el retraso inusual entre el consumo del alimento y la aparición de los síntomas, y el hecho de que la sensibilización primaria a alfa-gal se produce a través de la picadura de garrapatas.
Las características distintivas para el diagnóstico y el tratamiento del síndrome alfa-gal son la variabilidad de los síntomas, desde leves (erupción cutánea o molestias gastrointestinales) a graves (anafilaxia). El inicio suele producirse más de dos horas después de la exposición al alfa-gal. Actualmente no existe tratamiento ni cura.
El escaso conocimiento del síndrome alfa-gal por parte de los profesionales sanitarios, incluidos los médicos, fue confirmado por una encuesta reciente publicada en MMWR.que sugiere que puede desempeñar un papel importante en el infradiagnóstico y el tratamiento inadecuado de los pacientes con síndrome alfa-gal, subestimándose el número de pacientes afectados.
Mecanismos de aparición
La alfa-gal es un carbohidrato conocido desde hace más de 20 años como barrera para los xenotrasplantes, ya que impide el trasplante de órganos porcinos a humanos. En humanos el rechazo de órganos se produce debido a la producción de anticuerpos contra alfa-gal, que se expresa abundantemente en glicoproteínas y glicolípidos en células de mamíferos, excepto en humanos y monos.
Hace unos diez años, surgieron pruebas de la implicación de la alfa-gal en formas inusuales de alergia alimentaria, en las que los pacientes producían anticuerpos IgE. Estos pacientes desarrollaron reacciones alérgicas retardadas tras el consumo de carne de mamíferos, como ternera, cerdo o cordero y respuestas alérgicas inmediatas tras la administración intravenosa de fármacos que contenían alfa-gal, como el anticuerpo monoclonal anticanceroso cetuximab
El retraso en la aparición de los síntomas, aproximadamente de tres a seis horas después de comer carne roja, era realmente notable, en comparación con las reacciones de hipersensibilidad a los alimentos mediadas por IgE, que suelen ser de aparición rápida y con inicio de los síntomas en cuestión de minutos (normalmente en las dos horas siguientes a la ingestión del alimento agresor). Estudios posteriores dejaron claro que el retraso de los síntomas no dependía ni de una propiedad intrínseca del carbohidrato ni de un retraso en la respuesta de los basófilos, sino más bien del tiempo que tardaban las moléculas de alfa-gal desde su ingestión hasta su aparición en la circulación.
Manifestaciones clínicas, diagnóstico y tratamiento
La sensibilización a la alfa-gal suele comenzar en adultos o adolescentes, afectando a menudo a individuos sin predisposición atópica. En la mayoría de los casos, los pacientes tienen antecedentes de consumo de carne roja sin complicaciones durante muchos años antes de la aparición de los síntomas.
Los síntomas más frecuentemente observados tras el consumo de carne roja son manifestaciones cutáneas como picor, eritema, urticaria y angioedema. Las reacciones suelen incluir anafilaxia grave que requiere intervención de urgencia y hospitalización. Sorprendentemente, extensas investigaciones han aportado pruebas de que las picaduras de garrapata desencadenan la producción de anticuerpos IgE contra la alfa-gal.
Así pues, la característica más notable de la alergia a alfa-gal es la sensibilización al carbohidrato que se produce por picaduras repetidas de garrapatas, mientras que los síntomas reales se desencadenan por la exposición posterior a la molécula alergénica a través del consumo de carne de mamíferos.
El diagnóstico del síndrome alfa-gal puede ser difícil, porque el uso de pruebas cutáneas parece poco fiable. Los pacientes alérgicos a alfa-gal no producen o solo presentan pequeñas reacciones y brotes de 2-4 mm de diámetro en las pruebas de punción con extractos comerciales de ternera, cerdo o cordero. Estas reacciones débiles pueden interpretarse como negativas y dar lugar a recomendaciones erróneas.
La prueba oral de provocación alimentaria (el método de referencia para el diagnóstico de la alergia alimentaria) conlleva el riesgo de reacciones anafilácticas graves y potencialmente mortales.
La detección de IgE alfa-gal específica es el método más fiable para el diagnóstico del síndrome alfa-gal, pero dado que los individuos alérgicos a alfa-gal suelen ser individuos no atópicos con niveles bajos de IgE total, se ha sugerido comparar los niveles específicos de IgE anti-alfa-gal con los niveles de IgE total. Los niveles de IgE anti-alfa-Gal > 2 % de los niveles totales de IgE apoyan un diagnóstico positivo del síndrome alfa-gal.
En el tratamiento, todos los pacientes con síndrome alfa-gal deben ser informados de que nuevas picaduras de garrapata pueden mantener o aumentar el título de IgE alfa-gal. El principal consejo para los pacientes con síndrome alfa-gal en el primer diagnóstico es que no consuman carne roja.
Un trastorno emergente pero poco conocido
A pesar de que el síndrome alfa-gal puede manifestarse con reacciones potencialmente mortales, es un síndrome que los pacientes perciben como poco conocido por los profesionales sanitarios, incluidos los médicos. Esta percepción se ve confirmada por un reciente informe publicado por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, CDC.[1] En una encuesta realizada a 1.500 profesionales sanitarios, incluidos 1.000 médicos de atención primaria y 250 pediatras, se evaluó el nivel de conocimientos en tres áreas específicas: cómo se adquiere el síndrome alfa-gal, criterios de diagnóstico y asesoramiento de los pacientes con síndrome alfa-gal.
En general, el 42 % de los encuestados no había oído hablar del síndrome alfa-gal y otro 35 % declaró que "no confiaba demasiado" en su capacidad para diagnosticar o tratar a pacientes con síndrome alfa-gal.
De los 865 encuestados que conocían el síndrome alfa-gal, 416 (48 %) afirmaron no saber qué pruebas diagnósticas debían realizar. Un tercio (285) informó correctamente de que los pacientes desarrollan el síndrome alfa-gal tras la picadura de una garrapata y 272 (32 %) afirmaron no saber cómo se adquiere. Más de la mitad de los encuestados (502; 58 %) identificaron correctamente temas sobre los que aconsejar a los pacientes con síndrome alfa-gal, como la prevención de la picadura de garrapata, la eliminación de la carne roja de la dieta, la precaución al recibir nuevos fármacos y vacunas, y el reconocimiento y manejo de la anafilaxia.
El 78 % de los facultativos mostraron escasos o nulos conocimientos sobre este síndrome, un hecho preocupante sobre todo en Estados Unidos, donde el número de casos sospechosos de síndrome alfa-gal va en aumento, al igual que el número de personas con resultados positivos en la prueba de IgE específica alfa-gal, mientras que las garrapatas se expanden por amplias zonas de Norteamérica.