¿Qué son las enfermedades psicosomáticas y cómo afectan a nuestra salud?

Cuando hablamos de dolor, a menudo nos referimos a él como una experiencia intensa e insoportable. Sin embargo, ¿es este dolor únicamente físico, emocional o una combinación de ambos?

A medida que avanzan los conocimientos en el campo de la medicina, resulta cada vez más evidente que no podemos separar el cuerpo y la mente. Es hora de superar el antiguo paradigma cartesiano y reconocer que somos seres integrales, en los que todo está interconectado.

Durante mucho tiempo, hemos considerado la mente como una entidad separada del cuerpo, pero esta visión está cambiando rápidamente. La medicina moderna nos muestra que nuestras emociones y pensamientos no están limitados a nuestra mente, sino que se manifiestan en todo nuestro ser. A su vez, las sensaciones físicas también pueden influir en nuestras emociones. Esta nueva perspectiva integral se está integrando en la práctica clínica y en la medicina del comportamiento.

La medicina del comportamiento y su enfoque holístico:

La interrelación entre las emociones y la salud física ha sido objeto de estudio desde hace siglos, y ha dado lugar a la disciplina de la psicosomática. Sin embargo, en la actualidad, este enfoque se ha ampliado y ha evolucionado hacia la medicina del comportamiento, que abarca una amplia gama de disciplinas, desde la epidemiología hasta la psicología y la neurociencia. Esta disciplina nos ayuda a comprender al ser humano en su totalidad, integrando los aspectos biológicos, sociales y emocionales.

El papel crucial del sistema nervioso autónomo:

El sistema nervioso autónomo (SNA) desempeña un papel fundamental en la conexión entre las emociones y el dolor físico. Cuando experimentamos emociones negativas, como la tristeza o el estrés, nuestro SNA se activa, lo que puede llevar a una mayor tensión muscular, aumento de la frecuencia cardíaca y presión arterial elevada. Esta respuesta de estrés puede desencadenar o intensificar el dolor físico, como los dolores de espalda o de cabeza, que a menudo están relacionados con nuestras cargas emocionales.

La influencia del cerebro en la percepción del dolor:

El cerebro, a través del tálamo y sus conexiones con diversas regiones, regula la percepción del dolor. Nuestra sensibilidad al dolor puede aumentar o disminuir en función de nuestras experiencias emocionales y de la forma en que interpretamos las señales de dolor. Por ejemplo, la tristeza prolongada puede aumentar nuestra sensibilidad al dolor, lo que puede manifestarse en dolores musculares, articulares o dolores de cabeza crónicos. Estos síntomas a menudo se asemejan a condiciones como la fatiga crónica y la fibromialgia, que están estrechamente relacionadas con componentes emocionales.

Es importante comprender que las alteraciones en variables básicas, como el sueño, la alimentación y el estado emocional, pueden afectar a todo nuestro sistema. Los trastornos del sueño pueden afectar la digestión, los problemas emocionales pueden influir en la percepción del dolor y viceversa. Esta interrelación compleja puede resultar en síntomas confusos y persistentes, que a menudo se tratan con medicamentos que no abordan la causa subyacente.

 

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