La inteligencia artificial (IA) no debe dejar de ser para la mejora de la calidad de vida de las personas, dijo la coordinadora de Humanidades de la UNAM, Guadalupe Valencia García.
Lejos de darle la espalda, negarla o condenarla, se abre nuestra inteligencia y afecto a una herramienta con la cual nos podemos aliar para beneficio de todos, añadió.
Hablar sobre el tema es, sin duda alguna, referirse a los cambios radicales que impactan a la sociedad en todos sus ámbitos: sociodemográficos, culturales, económicos, médicos y hasta el aspecto humano en su sentido ontológico, detalló.
Nuestros tiempos destacan por graves crisis, como la ocasionada por la pandemia de la Covid-19, pero también por la robustez de los avances científicos y tecnológicos, explicó en el Auditorio Alfonso Caso, en Ciudad Universitaria.
“Bien sabemos que la IA tiene grandes posibilidades, entre otras, brindar las herramientas correctas para la búsqueda de la promoción y mejora de las capacidades humanas; por eso interesa enfatizar su dimensión ética, para el fomento y protección de los derechos fundamentales, con vista al establecimiento de una colaboración eficaz entre seres humanos y dispositivos tecnológicos.”
Esa tecnología ha generado impactos en el contexto social, nuevos modelos de inclusión en el ámbito laboral y formas de creación de arte o cuestionamientos del acceso que la mayoría de la población tiene hacia ella; incluso los elementos que constituyen al ser humano en su sentido más estricto, abundó Valencia García.
Al dictar la conferencia magistral La recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial, la directora de la Sección de Bioética y Ética de la Ciencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), Dafna Feinholz Klip, señaló: Esas tecnologías carecen de valor neutral, deben estar firmemente basadas en valores humanos, comunes, y en un marco internacional de derechos humanos.
La IA, mencionó, es un punto de inflexión tecnológica y una disrupción antropológica; “está cambiando el tejido social, porque nos relacionamos de otra manera: hablamos menos, por medio de las redes, nos reconocemos con likes y ahora escribimos cartas por medio de ChatGPT, en lugar de pensar lo que queremos decir”.
La vulnerabilidad es central en un contexto de interacciones humanas, en el que también tiene impacto esa herramienta. “Si nuestra autoestima depende de cuántos likes tenemos, es muy grave, y se crean problemas de depresión, soledad, etcétera”. De ahí la importancia de la bioética, que es una disciplina multi y transdisciplinaria.
La extutora y profesora del Posgrado de Bioética de la UNAM alertó que los humanos no pueden únicamente desarrollar la tecnología sin hacerse responsables de ella de la “A” a la “Z”, lo cual implica tener consideraciones éticas desde el principio, a partir de su concepción y durante todo su desarrollo y aplicación, para que no se constituyan en “Frankenstein”, en monstruos.
En la sesión, organizada por el Programa Universitario de Bioética (PUB) y la Comisión Nacional de Bioética, puntualizó que se trata de una de las tecnologías de la cuarta revolución industrial, la cual irrumpe y forma parte de nuestra vida cotidiana. “Aunque esto es una generalidad, porque muchas personas no tienen acceso a ella, y ese es otro punto ético relevante a considerar”.
Otras reflexiones éticas son si todo el mundo debe usarla o si la debiéramos emplear para todo, expresó. “Estas herramientas tienen sus riesgos y esto es lo que hay que tener en cuenta”. Existe una parte positiva que se debe fomentar, pero debemos estar seguros de que temas como la privacidad, sean tomados en cuenta.
Aunque algunos países habían instrumentado iniciativas al respecto, se requería un marco normativo global, que se armonizara el creciente número de estrategias nacionales y regionales, porque se trata de un problema transversal. La Unesco era la plataforma óptima para lograrlo.
En ese sentido, emitió el documento Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial, adoptado por la aclamación de 193 Estados miembro del organismo internacional, el 23 de noviembre de 2021, en el que se establece una serie de acciones concretas y un mecanismo de seguimiento a las naciones que deben reportar lo que han hecho para implementarlo.
Entre sus valores y principios se encuentra el respeto y protección de los derechos humanos, las libertades fundamentales y la dignidad humana; la protección del medio ambiente y los ecosistemas, y garantizar la diversidad y la inclusión. De sus características resalta prohibir el uso de la IA para vigilancia masiva, enfatizó.
Posibilidad de autoconciencia
Al comentar la ponencia, el comisionado nacional de Bioética, Patricio Santillán Doherty, acotó que, en la actualidad, la IA ha incrementado su capacidad; ejemplo de ello es la acumulación de datos. Se trata de una herramienta que todos queremos usar.
De esos sistemas emerge la posibilidad de autoconciencia, y el desarrollo de procesos de toma de decisión de manera autónoma; asimismo, establecer medidas para asegurar su existencia y activar protocolos de defensa que podrían derivar en posibilidades catastróficas. De ahí la gran preocupación mundial; “debemos tener cuidado”, y ése es el llamado de la Recomendación de la Unesco; tiene que prevalecer el interés de la sociedad, expuso.
A la conferencia asistieron Jeniffer Hincapie Sanchez e Itzcóatl Maldonado Reséndiz, directora y secretario académico del PUB, respectivamente.