En lo profundo de la región noreste de Venezuela se encuentra el estado Delta Amacuro, una vasta zona remota y de difícil acceso en las puertas del océano Atlántico. Este lugar, donde los ríos hacen las veces de carreteras y la selva se funde con el horizonte, alberga a un gran número de comunidades indígenas que se enfrentan a importantes retos en términos de acceso a atención sanitaria.
Adelia tiene 38 semanas de embarazo, pero no se ha realizado ningún chequeo. Hace poco cumplió 18 años y pertenece a la población indígena warao. Cuando comenzó a sentir contracciones, no pensaba buscar asistencia médica. Iba a acudir al wisirato, una figura espiritual y muchas veces medicinal, bien establecida en su cultura. Sin embargo, los dolores eran tan fuertes que sintió miedo.
Un día antes, había notado pasar dos embarcaciones identificadas con banderas de la organización médica humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) y ya sabía que cuando los ve navegar por el Orinoco, uno de los ríos más caudalosos del mundo, es porque se están trasladando a la comunidad de Nabasanuka para prestar asistencia médica. Así que convenció a su madre para que le acompañase al ambulatorio de la zona y juntas emprendieron un viaje de dos horas remando a bordo de un largo y ligero bote de madera, llamado curiara.
El calor y la humedad en la sala de parto agobiaban a Adelia, quien con indicaciones del equipo médico pujaba fuerte y con determinación. Por su edad y por la falta de control médico, su embarazo era de alto riesgo. Pero a pesar de las dificultades y de las limitaciones de un centro de salud que ofrece lo más básico, a las 9:30 de la mañana, Adelia escuchó por primera vez el llanto de su hijo José Antonio, un bebé sano y fuerte que midió 52 centímetros.
Desde julio de 2022, los equipos de MSF trabajan junto a autoridades locales para brindar atención médica primaria a comunidades aisladas del estado Delta Amacuro. El acceso es un desafío en sí mismo: el área tiene más de 40 MIL kilómetros cuadrados y las comunidades indígenas viven esparcidas a lo largo de las laderas del Orinoco. El camino es sólo fluvial y toma horas trasladarse de un lugar a otro. Para llegar a los lugares donde se brinda atención médica, los equipos deben navegar con lanchas de motor al menos seis horas; mientras que para llegar a los centros de salud, los pacientes deben remar en sus canoas, durante horas o días enteros.
Las comunidades indígenas de esta región padecen enfermedades prevenibles que son dadas por las precarias condiciones en las que viven y por las múltiples barreras a las que se enfrentan. Patologías transmitidas por el agua, como parasitosis y diarreas; enfermedades dadas por vectores como malaria; infecciones respiratorias; afecciones de la piel; y desnutrición, son algunas de las principales morbilidades que se ven en la zona. La falta de seguimiento prenatal y postnatal representa otra vulnerabilidad relevante para las mujeres embarazadas y sus bebés.
La falta de acceso a servicios sanitarios adecuados, unida a la barrera lingüística y las diferencias culturales con las que se encuentran los equipos médicos, agravan aún más la situación. “Las dificultades para cubrir con personal médico estos lugares remotos y la falta de suministros y medicamentos también contribuyen a los desafíos para obtener una atención médica adecuada y de calidad”, asegura Carlos Domínguez, Coordinador de MSF en Delta Amacuro.
Ahora mismo MSF ha establecido en conjunto con las autoridades, dos puntos de atención médica en ambulatorios del municipio Antonio Díaz, al este del estado: uno en la comunidad de San Francisco de Guayo y otro en la comunidad de Nabasanuka. Es así como un equipo multidisciplinario conformado por médicos, enfermeros, farmacéuticos, especialistas en agua y saneamiento, logistas y promotores de salud se traslada cada mes hasta la zona, para permanecer allí durante tres semanas brindando atención médica primaria alrededor de 70 pacientes al día.
Otro aspecto importante del trabajo de MSF en Delta Amacuro es la promoción de la salud. “A través de la información y la sensibilización, es posible aumentar la conciencia sobre prácticas saludables, higiene adecuada y prevención de enfermedades, sin dejar a un lado las tradiciones propias de la comunidad”, añade Domínguez. Esto no solo tiene un impacto directo en la salud de las personas, sino que también fomenta el empoderamiento comunitario y un enfoque proactivo hacia la salud.
Esta mañana, el equipo médico se ha comunicado con las autoridades de salud para solicitar apoyo con una ambulancia desde Tucupita, la principal ciudad del estado, ubicada a unas seis horas de navegación. Jesús, un niño de 3 años, requiere cuanto antes de una atención médica especializada que en el pequeño ambulatorio de Nabasanuka no pueden ofrecerle. Sus padres remaron cuatro horas para que fuese evaluado y ahora están conscientes de que es necesario emprender un viaje que, sin el traslado de la ambulancia, les tomaría siete días remando. Los esfuerzos articulados con los equipos de salud estatales buscan que las barreras puedan acortarse y que sea posible brindar atención médica de modo oportuno a quienes lo requieran.
El trabajo de atención primaria que se lleva a cabo en estas comunidades indígenas aisladas es un testimonio de la importancia de proporcionar servicios médicos básicos a todos, independientemente de su ubicación geográfica o sus circunstancias. La atención médica es un derecho fundamental de cada individuo, que debe cumplirse incluso en las regiones más remotas y desfavorecidas.