Existe el mito de que el llevar una dieta saludable es costoso, aún más si se intenta adquirir alimentos que se venden como productos “naturales” u “orgánicos”. Sin embargo, alimentarse adecuadamente, con verduras, legumbres, frutas y algunas proteínas de origen animal, cuesta igual que comer alimentos ultraprocesados, hipercalóricos y otros que no tienen valor nutricional.
Un grupo de universitarios (Patricia Clark, Carlos F. Mendoza-Gutiérrez, Diana Montiel-Ojeda, Edgar Denova-Gutiérrez, Desirée López-González, Laura Moreno- Altamirano y Alfonso Reyes) realizó un análisis de costos de la dieta de niños y adolescentes, en el que se demuestra que, al menos en México, alimentarse sanamente tiene un costo similar al de comer mal.
Patricia Clark, jefa de la Unidad de Epidemiología Clínica del Hospital Infantil de México Federico Gómez-Facultad de Medicina UNAM, quien encabezó el estudio, señala que era importante hacer un análisis de costos de la dieta habitual en niños y adolescentes en México dado que, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), el 35.6 % de los niños y el 38.4 % de los adolescentes presentan sobrepeso u obesidad.
Para Clark es claro que las dietas no saludables son un factor que determina problemas relevantes de salud, y “la obesidad se asocia al desarrollo de muchas otras enfermedades, como las cardiovasculares, la diabetes tipo 2, algunos tipos de cáncer y accidentes cerebrovasculares”. La dieta de los mexicanos ha cambiado mucho en comparación con lo que comíamos en las casas de nuestras abuelitas, donde había guisados con verdura, arroz, quesadillas, pero no fritas en manteca, sino calentadas en comal”.
¿Qué generó el cambio?
“La transformación tiene que ver con los sistemas de producción –acota la especialista–, antes éramos un país autosustentable y ahora debemos importar alimentos. Esto hace que cuesten más. También el ingreso a México de productos de otras culturas, por ejemplo, las grandes cadenas de hamburguesas o donas que no estaban disponibles, o muchas otras que ya hemos asimilado, como las frituras. La mercadotecnia de este tipo de productos es muy buena y hay una amplia disponibilidad de los mismos. En las tiendas de conveniencia se encuentran en gran cantidad, a lo largo y ancho del país.”
La investigación
Primero se investigaron los patrones dietarios, es decir, las características de las dietas; en un segundo paso, se determinó el costo de los alimentos de cada patrón.
El estudio (https://bit.ly/3OLtgKQ) concluye que los patrones alimentarios de los niños, niñas y adolescentes de Ciudad de México y la Zona Metropolitana no difieren en costos entre los saludables y los que no lo son; por tanto, puede desmitificarse la percepción de que una dieta sana es más cara. Este artículo está nominado como el mejor de nutrición en el Nutrients 2023 Best Paper Award (https://bit.ly/3N1CMZa), cuyos resultados se darán a conocer el 30 de agosto de 2023.
Se estudiaron a 2,014 niños y adolescentes entre 4.5 y 20 años, en quienes se administró un cuestionario de alimentos para conocer las características de la dieta. El periodo en el que se realizó fue de marzo de 2014 a abril de 2019. Por medio del análisis de los contenidos de las dietas, se determinaron tres patrones: el saludable, el de transición, y el no saludable. Después, se capturaron los costos promedio de los alimentos visitando mercados, supermercados y tiendas de conveniencia. Como ejemplo de la importancia de la selección de los alimentos, algunos de los precios que reporta el estudio son estos: un kilo de plátano costaba en promedio 20 pesos, mientras que uno de pastelillos, alrededor de 55 pesos. El agua simple costaba 12 pesos en promedio por litro, mientras que bebidas azucaradas, como refrescos y jugos, alrededor de 13 pesos por litro. Un kilo de carne de cerdo tenía un costo promedio de 80 pesos, mientras que un kilo de frituras, costaba alrededor de 115 pesos por kilo. Al final, el estudio demostró que la diferencia de precios de los tres patrones de dieta no fue significativa.
El estudio menciona que mientras la dieta no saludable contó con un ligero incremento en su precio promedio, la saludable prácticamente no tuvo variación, y resalta que “la principal diferencia entre los patrones dietéticos es la frecuencia de consumo de cada alimento”.