Poco a poco nos vamos dando cuenta del tremendo impacto que nuestro bioma tiene en nuestra salud y bienestar. Ahora un nuevo estudio acaba de vincular las bacterias que viven en nuestro cuerpo con nuestra capacidad para adelgazar. O, más bien, con nuestra incapacidad.
En nuestro tracto intestinal pueden encontrarse millones de bacterias, generalmente inocuas o incluso beneficiosas para el funcionamiento de nuestro aparato digestivo. Sin embargo estas bacterias pueden a veces librar endotoxinas. Estas son fragmentos de la bacteria que son liberados cuando se rompe la membrana celular de estas bacterias. Como su propio nombre indica, se trata de toxinas, si bien no suelen causar problemas a no ser que alcancen la corriente sanguínea.
Pero uno de estos potenciales problemas está en nuestro metabolismo según un estudio reciente realizado por un equipo europeo de investigadores. Según el trabajo, estas endotoxinas complicarían un proceso clave a la hora de “quemar” nuestra grasa.
La clave estaría en las células adiposas blancas y marrones o pardas. Las células grasas o adipocitos son las células que almacenan la grasa, pero también cumplen una función clave a la hora de metabilizarla a través de sus mitocondrias.
Aquí es donde se distinguen las células blancas y las marrones: mientras que las primeras son especialmente eficientes a la hora de almacenar la grasa, las segundas cuentan con múltiples mitocondrias, lo que las hace más eficientes a la hora de procesar esta grasa y convertirla en energía.
Las endotoxinas actuarían en la fase de transición entre células blancas y marrones, dificultando o impidiendo este proceso, poniendo así trabas a la metabolización de la grasa corporal. “Las endotoxinas del aparato gástrico reducen la actividad metabólica de las células grasas y su capacidad para convertirse en células grasas como las marrones, lo que puede ser de utilidad a la hora de perder peso”, continuaba explicando Christian.
Los investigadores creen que es entre las personas con obesidad que este problema es más frecuente. El motivo es que sus tractos gástricos serían menos resilientes y por tanto más “permeables” a estas endotoxinas, facilitando su llegada al torrente sanguíneo y de ahí a las células grasas.
Christian y su equipo realizaron un estudio (publicado recientemente en la revista BMC Medicine) en el que participaron 156 personas, de las cuales 63 entraban en la categoría de personas obesas. 26 de ellas habían recibido cirugía bariátrica, operaciones como la reducción de estómago o el bypass gástrico.
Observaron que los niveles de endotoxinas eran menores entre los participantes que habían recibido estas cirugías, por lo que señalaban que estas operaciones podrían generar así un beneficio adicional permitiendo la vuelta a la función normal en las células grasas.
En nuestro interior hay más células pertenecientes a nuestra microbiota que células propias. Este dato hace palpable algo que los expertos en salud han ido constatando especialmente a lo largo de los últimos años: que nuestro microbioma es un factor de vital importancia para nuestra salud.
Enfermedades no transmisibles como la diabetes o algunos cánceres parecen estar relacionadas con los microbios que nos habitan. Las relaciones son extremadamente complejas, para empezar porque estamos hablando de millones de microbios pertenecientes a una miríada de especies y una enorme variación entre una persona y otra en la composición de nuestra microbiota. No es de extrañar por tanto que a los investigadores les resulte tan difícil establecer relaciones entre salud y los inquilinos de nuestro cuerpo.
Tan importante es en cualquier caso la relación que nuestra misma existencia no puede entenderse como tal sin nuestro microbioma. Es por eso que algunos científicos hablan ya del ser humano como de un holobionte, no un simple individuo sino un organismo compuesto por numerosas partes pertenecientes a distintas especies. Especies de distintos reinos de la vida, como el caso de los líquenes.
Las endotoxinas pueden ser una de las múltiples interacciones que se dan entre nuestras células y estos organismos microscópicos. Una no especialmente alentadora, pero comprenderla puede ayudarnos a desentrañar este inmenso puzzle de interacciones.