La historia de Henrietta Lacks es una historia de injusticia, ya que durante muchos años se ocultó al mundo la gran contribución que hizo a la ciencia.
Lacks era una joven madre que, mientras estaba criando junto a su marido a sus cinco hijos cerca de Baltimore, cayó enferma. Acudió al Hospital Johns Hopkins tras sufrir una intensa hemorragia vaginal y se le diagnosticó cáncer de cuello uterino.
Durante el tratamiento, los investigadores tomaron muestras de su tumor sin su consentimiento.
Las células que tomaron, conocidas como células HeLa, se convirtieron en un avance científico: la primera línea inmortal de células humanas que se dividía indefinidamente en un laboratorio; es decir que son las únicas células que siguen viviendo fuera del cuerpo humano y replicándose.
Sin embargo, pese al tratamiento, Henrietta murió de cáncer de cuello uterino en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore a los 31 años en 1951.
El uso de las células HeLa
Desde que se llevó a cabo el procedimiento de Lacks, estas células HeLa han contribuido a innumerables avances médicos, en particular al desarrollo de la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH), y a la investigación sobre Covid-19.
Asimismo, permitido a laboratorios de todo el mundo desarrollar vacunas contra la poliomielitis, tratamientos contra el cáncer y algunas técnicas de clonación.
La familia de Henrietta Lacks no se enteró hasta la década de 1970 y no entendió el alcance hasta que Rebecca Skloot publicó en 2010 el éxito de ventas "La vida inmortal de Henrietta Lacks" (The Immortal Life of Henrietta Lacks).
"Llevan 70 años usando sus células y la familia Lacks no ha recibido nada a cambio de este robo", denunció su nieta Kimberly Lacks en 2021, cuando la familia dijo que tenía la intención de presentar una denuncia y acusó a Thermo Fisher Scientific de lucrar con la comercialización de las células.