Por cada 10.000 pasajeros, una persona puede tener un problema de salud en un avión. La mayoría son afecciones leves. Cuando se trata de emergencias, son más frecuente en vuelos intercontinentales, según informó la revista especializada European Heart Journal, publicada por Oxford Academic.
La posibilidad de enfrentar algún inconveniente no debería ser motivo para no viajar en avión. Incluso viajar a un lugar lejano no tiene por qué estar prohibido por padecer una enfermedad cardíaca o ser el cuidador de alguien que ha sufrido un episodio cardíaco, como un infarto o un ataque cerebrovascular, sostuvo la Asociación Estadounidense del Corazón. Tomar precauciones pueden contribuir a que el viaje transcurra sin sobresaltos.
El riesgo de sufrir emergencias médicas llamó la atención durante las semanas pasadas a raíz de 4 fallecimientos en vuelos que se dieron a conocer en los medios de comunicación. Uno de los afectados fue el empresario argentino Constancio Carlos Vigil, de 86 años, que viajaba hacia Miami, Estados Unidos.
Antes de viajar, hay que tener en cuenta varias recomendaciones que pueden reducir el riesgo de desarrollar algún problema de salud. En diálogo con Infobae, Ramiro Heredia, médico Clínico de la Séptima Cátedra de Medicina Interna del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires, comentó: “En un mundo ideal, las personas que planean un viaje largo, deberían visitar previamente a su médico de cabecera”.
En la consulta, se debería hablar sobre la duración del viaje, el clima de los países y regiones que se visitarán, y las actividades planificadas durante la estadía en otro país.
En el caso de los vuelos, principalmente cuando son de 6 o más horas, surgen recomendaciones adicionales. “A medida que ganamos altitud, la presión del oxígeno, aún si la cabina del avión está presurizada, es menor que en el nivel del mar. El aire de la cabina contiene menos oxígeno que el aire del suelo, lo que reduce la cantidad de oxígeno en la sangre”, señaló Heredia.
La exposición a un entorno con menos oxígeno puede provocar problemas en personas con ciertas afecciones médicas, como por ejemplo la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y algunas enfermedades cardíacas, como al enfermedad coronaria.
Son frecuentes además los síntomas relacionados a los oídos, los senos paranasales y la nariz, por el cambio en la presión del aire durante el vuelo. Los oídos, y la nariz se “tapan”, en particular si existe una infección respiratoria previa.
“Los vuelos o viajes prolongados en los que se está sentado durante períodos prolongados implican que se comprimen las venas profundas de los miembros inferiores. Eso puede aumentar el riesgo de tener una trombosis venosa profunda, en particular en personas con otros factores de riesgo, como obesidad, embarazo, consumo de anticonceptivos orales, episodios trombóticos previos, o enfermedades oncológicas, entre otras”, remarcó el médico.
Todos los viajeros que vuelen más de 6 a 8 horas deberían pararse y caminar cada una ó dos horas, usar ropa cómoda, evitar cruzar las piernas, moverse periódicamente, y evitar los sedantes, hipnóticos y el alcohol, que pueden hacer que nos movamos menos.
Algunas personas van a tener que recibir una medicación para prevenir trombosis. La principal complicación de la trombosis profunda es la embolia de pulmón.
Los viajeros que cruzan varias zonas horarias pueden experimentar jet-lag, en particular si se cruzan cinco o más husos horarios, y más si se vuela de oeste a este, que de este a oeste. Algunos se pueden beneficiar de la melatonina, antes, durante y después del vuelo, siempre con asesoramiento del médico de cabecera, dijo Heredia.
La mayoría de las mujeres pueden viajar de manera segura durante el embarazo. Los viajes aéreos no tienen ningún efecto negativo conocido sobre la persona embarazada o el bebé. Pero las mujeres que han tenido embarazos complicados en el pasado (parto prematuro, aborto espontáneo tardío, presión arterial alta u otras complicaciones) deben evitar viajes extensos durante su embarazo actual.