El asedio de grupos paramilitares y narcoparamilitares, así como la indolencia del Estado, han llevado a que el EZLN considere tomar las armas, como ya hizo en 1994.
Pedro y David, milicianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), no le dan rodeos al asunto de una inminente “guerra civil” en Chiapas por los constantes ataques a bases de apoyo de esa organización rebelde, como lo denunció la guerrilla el 1 de junio a través de un comunicado que respaldaron más de 800 organizaciones y mil personalidades de todo el mundo.“Estamos dispuestos a tomar de nuevo las armas ante esas agresiones. No nos podemos quedar con los brazos cruzados viendo cómo grupos criminales, en colusión con los gobiernos federal y estatal, asesinan a nuestras familias”.
Pedro utiliza su nombre de combatiente clandestino, del que echó mano el 1 de enero de 1994 en la toma de Las Margaritas, durante el levantamiento zapatista. Entonces tenía 14 años.
El miliciano de la organización guerrillera es el que más habla, el más elocuente, el que dice que esta situación que padece el estado forma parte de la misma estrategia contrainsurgente que han utilizado los gobiernos desde la irrupción armada indígena que el 1 de enero de 2024 cumple 30 años.
En el municipio autónomo de Rizo de Oro, que forma parte de los caracoles que comprenden la región de la selva, específicamente en La Realidad y Guadalupe Tepeyac, Pedro menciona que “es evidente” que esta “guerra contrainsurgente en contra de las bases del EZLN” no tiene los mismos patrones que se presentaron en Chiapas después del levantamiento de 1994.
Esto es, con grupos paramilitares auspiciados, tolerados e incluso entrenados y financiados por el Ejército, como quedó de manifiesto en la masacre de Acteal el 22 de diciembre de 1997.
Ahora —menciona el miliciano zapatista, quien opta por no cubrirse el rostro con el mítico pasamontañas de esta guerrilla— “en la nueva etapa de la guerra contrainsurgente se está echando mano de grupos del crimen organizado para desmovilizar a las comunidades zapatistas, con acciones directas o con reclutamientos forzados de jóvenes para que formen parte de organizaciones criminales, grupos paramilitares o de narcoparamilitares”.