Cada persona es un conjunto de 37 billones de células —más que galaxias en todo el universo— que trabajan al unísono para mantenernos vivos y sanos. Entender cómo se coordina esta descomunal orquesta celular para tocar una misma sinfonía es uno de los mayores enigmas de la biología.
Hoy se publican tres atlas de referencia que desvelan esa coordinación en tres órganos esenciales para la vida: la placenta, que permite que un feto crezca en el seno de la madre sin ser aniquilado, los riñones, que limpian la sangre, y los intestinos, que aportan nutrientes esenciales al resto del cuerpo. Estos tres nuevos atlas no solo describen el cuerpo humano célula a célula y especifican de qué tipo son, sino que muestran cómo se agrupan y se relacionan entre sí para formar la arquitectura detallada de cada tejido. Es una nueva dimensión del cuerpo humano que puede desvelar nuevas claves para entender la salud y la enfermedad.
Hace un año se conocieron los primeros resultados del Atlas de las Células Humanas, un proyecto más internacional impulsado por 3.000 investigadores de 97 países que supuso el primer gran intento de visualizar la orquesta celular humana en su totalidad. En aquella ocasión importaba ver una primera imagen de la orquesta completa y saber cuántos instrumentos había —unos 500 tipos distintos de células, cuando se pensaba que solo había 300—. Ahora lo importante es saber dónde se sienta cada músico, cómo se relaciona con sus vecinos y cómo se distribuyen por grupos. Los resultados, fruto del análisis de más de dos millones de células de decenas de personas, se publican hoy en Nature, referente de la mejor ciencia mundial, y en otros seis estudios complementarios que incluyen también el primer atlas de la piel.
El equipo del genetista Michael Snyder ha recurrido a nueve muestras de intestino extraídas de personas fallecidas que donaron sus órganos antes de morir. Los investigadores han analizado la composición tridimensional célula a célula de ocho partes del intestino a lo largo de sus siete metros de longitud. Una nueva técnica conocida como CODEX les ha permitido secuenciar las proteínas presentes en cada muestra y obtener sus coordenadas espaciales. Los resultados desvelan que diferentes tipos de células, como las epiteliales que recubren las paredes internas del tubo digestivo y las inmunitarias que combaten invasores no deseados, forman “vecindarios” con funciones determinadas. Estos vecindarios se agrupan a su vez en “comunidades” con más tipos distintos de células que colaboran entre sí y determinan el correcto funcionamiento de cada parte del intestino.
Estas agrupaciones varían con el estado de salud. Por ejemplo, las comunidades celulares de las personas con sobrepeso u obesidad tienen muchos más macrófagos, células inmunitarias que promueven la inflamación. Los vecindarios intestinales de las personas con hipertensión también son distintos.