Por qué hacer ejercicio evita que el cerebro encoja

¿Pero es cierto eso de que mantener el cuerpo sano, equilibrado y ejercitado ayuda a mantener las capacidades mentales de nuestro cerebro? Pues sí, y hay muchas evidencias científicas que lo demuestran, especialmente en lo que se refiere al envejecimiento.

El cerebro pierde volumen durante el envejecimiento.

A medida que cumplimos años los tejidos y los órganos se degeneran. La capacidad de mantener la funcionalidad de las células va disminuyendo y eso se acompaña de una pérdida de tejido. En el cerebro también ocurre, con la consiguiente neurodegeneración o pérdida de neuronas.

Ya sea en patologías como la enfermedad de Alzheimer o en la pérdida de funcionalidad debida al envejecimiento, en el cerebro se producen diferentes cambios asociados a la perdida de función. Entre ellos, adelgazamiento de la zona cortical, pérdida de tejido gris (cuerpos neuronales) y blanco (conducciones nerviosas), aumento del volumen de los ventrículos (huecos dentro del cerebro donde está el líquido cefalorraquídeo) y disminución de neuronas en diferentes zonas, especialmente en el hipocampo.

En un estudio longitudinal en el que participan centenares de voluntarios desde hace años, el estudio Baltimore, se ha demostrado que la reducción en la capacidad metabólica asociada al envejecimiento se relaciona con el aumento del volumen del ventrículo cerebral -el espacio "hueco" del cerebro-. Y eso lleva a un aumento de la neurodegeneración y de la atrofia del órgano pensante.

Si reducir la capacidad metabólica implica pérdida de volumen cerebral, podemos deducir que una mejor utilización de la energía mediante la práctica del ejercicio podría ralentizar la pérdida de tejido en el cerebro.

¿Es así? Responderlo no es sencillo. Sobre todo, porque uno de los principales escollos que nos encontramos a la hora de determinar el efecto de cualquier intervención sobre el cerebro es la práctica imposibilidad de comprobar rápidamente sus consecuencias.

El cerebro no es como la sangre o el músculo, que rápidamente muestran una respuesta fácilmente medible de manera directa o a partir de componentes sanguíneos. Lo bueno es que la llegada de métodos de imagen cada vez más fiables está permitiendo detectar algunas modificaciones estructurales en ciertas zonas del cerebro.

Hace ya tiempo que tenemos indicios de que la práctica de ejercicio físico mejora la capacidad cognitiva e incrementa el tamaño de determinadas áreas del cerebro, especialmente de las relacionadas con la memoria.

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