El trastorno del espectro autista se caracteriza por una alteración en el desarrollo cerebral que provoca diferencias en la comunicación social, así como conductas repetitivas y estereotipadas.
Para aquellos que viven con la condición, los cambios sensoriales, como una incomodidad extrema con ciertos ruidos o texturas, y un repertorio específico de intereses, también llamado hiperenfoque, suelen ser comunes.
"Las personas con autismo tienen una forma diferente de percibir el mundo. Esto hace que dirijan su atención a otros elementos del entorno que no son necesariamente estímulos sociales. En un ambiente concurrido, por ejemplo, es posible que el ruido de un instrumento o el motor de un coche en la calle les llame más la atención que las voces de las personas", explica la psiquiatra Mirian Revers Biasão, profesora de la Escuela Internacional de Desarrollo (EID) en Brasil.
Es por esta razón que las personas con autismo actúan y aprenden de forma diferente a lo socialmente esperado.
"Yo, por ejemplo, aprendí a comportarme en un determinado ambiente porque observé y alguien, como mi mamá, me enseñó. Lo que pasa con las personas con autismo es que pueden aprender a interpretar las acciones de otras personas y entender lo que se espera de ellos, pero no sucede tan naturalmente", dice.
Es este proceso de tratar de imitar comportamientos considerados socialmente aceptados en grupos como de amigos en la escuela, en el trabajo e incluso en las relaciones familiares, lo que se conoce como "camuflaje social" o "enmascaramiento".
"Como no es tan natural para las personas neuroatípicas, esas actitudes acaban gastando más energía cerebral y la persona puede agotarse, tanto física como emocionalmente", explica la experta.