Rey se plantó como un pequeño valiente en contra de un enorme campeón
Noche agridulce. El regreso de Roman Reigns a CDMX tras una ausencia de más de mil días dejó una noche de contrastes, por un lado, la aparición del ídolo azteca, Rey Mysterio en busca del Campeonato Mundial Indiscutido de WWE, y por otro una arena repleta que reconoció la grandeza del “Jefe Tribal”, quien no se tentó el corazón para masacrar a su oponente.
Como en los viejos tiempos, Rey se plantó como un pequeño valiente en contra de un enorme campeón. Así como muchas veces hemos visto al “Amo del 6-1-9”, recordando las luchas ante Undertaker, Kane, Big Show o el gigante The Great Khali. Sin embargo, esta vez existió por unos instantes la ilusión de un nuevo campeón, el público mexicano eligió creer, pero no se concretó el deseo de los asistentes.
La edad no es la misma de aquel chico originario de San Diego, que brilló entre las cuerdas de México. Lo único que no cambia de ese Rey Mysterio es el “Booyaca booyaca, six, one, nine” que retumba en cada plaza que pisa el campeón del pueblo.