Si bien el espectro de nuevas variantes aún no preocupaba a los líderes políticos y a los ciudadanos de todo el mundo, los científicos eran muy conscientes de que, casi con certeza, el virus mutaría para volverse más infeccioso y virulento.
El objetivo de los científicos de la Rockefeller era crear una versión artificial de la proteína de espiga de covid-19 -la proteína que el virus usa para penetrar en nuestras células- que pudiera evadir todos los tipos conocidos de anticuerpos protectores que se habían encontrado en la sangre de los sobrevivientes de covid.
Durante los siguientes 12 meses, jugaron con diferentes combinaciones de mutaciones en la superficie de la proteína de espiga hasta que encontraron un conjunto de 20 que parecían hacerla particularmente resistente a cualquier cosa que el sistema inmunitario pudiera lanzarle.
Para probar esta "Frankenspiga" cultivada en un laboratorio, la insertaron en lo que los virólogos llaman un pseudotipo de virus, uno que ha sido diseñado para que no tenga suficiente material genético para replicarse, lo que permite a los científicos modificarlo y comprender cómo se comporta sin ningún riesgo de que se escape.
Pero entonces sucedió algo sorprendente. Cuando lo probaron en la sangre de personas que se habían recuperado de covid-19 en 2020 y luego también fueron vacunadas muchos meses después, sus anticuerpos pudieron unirse al virus y neutralizarlo por completo.
"Ver esto fue realmente increíble", dice Michel Nussenzweig, profesor de inmunología molecular de la Universidad Rockefeller y uno de los científicos involucrados en el proyecto.
"Una de las cosas más importantes que hemos aprendido de la pandemia es cómo la respuesta de nuestro sistema inmunitario difiere dependiendo de si hemos sido infectados naturalmente, vacunados o ambos". (Por supuesto, esto no significa que sea una buena idea infectarse intencionalmente, ya que cada infección conlleva riesgos).
Durante los últimos cuatro meses, los hallazgos del equipo de Rockefeller se han observado repetidamente en la vida real.
Las personas que se recuperaron de una infección por covid-19 en el pasado y luego se vacunaron parecen ser más resistentes a las nuevas variantes, desde la delta hasta la ómicron.