A sus 40 años, la icónica firma fundada por Domenico Dolce y Stefano Gabbana se ha convertido en una institución italiana única: vibrante, orgullosa y arraigada en la familia y la tradición, al mismo tiempo que está muy presente en el imaginario popular.
Entre los asistentes destacados se encontraban Venus Williams, Christian Bale, Erling Haaland, Kim y Kris Kardashian, junto con otros 500 invitados, en Apulia. Esta región, conocida como uno de los graneros de Italia y hogar de los olivos más antiguos del mundo, fue el lugar elegido para el desfile de Alta Moda en Alberobello. Este lugar, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, cuenta con cientos de edificios de piedra con tejados cónicos del siglo XIV llamados trulli, que resultan pintorescos y parecen salidos de una película. Durante el evento, los artesanos locales se encontraban en las estrechas calles, realizando manualmente actividades como la confección de orecchiette, tejido de cestas de paja, trabajo de cuero en bridas e incluso talla de juguetes infantiles con hojas de cactus.
En las imágenes de Vogue, se aprecia como los diseñadores se inspiraron en la artesanía local para sus creaciones. La primera modelo lucía un enorme sombrero de paja esmaltada con la forma cónica de los trulli, y se presentaron corsés tejidos y conjuntos de lencería confeccionados con blondas de ganchillo.
Las piezas más elaboradas del desfile incluían capas y faldas creadas con intarsias de diversos tejidos, representando las calles montañosas y la arquitectura única de Alberobello. También se destacaba una impresionante capa de marfil tejida con finas tiras de seda duchesse y mikado, en lugar de utilizar paja.
En comparación con los estándares habituales de Alta Moda, la colección presentada era notablemente discreta, no tanto minimalista, sino más sencilla en comparación con las propuestas a medida anteriores. Esto se demostró enviando a las modelos junto con gente del pueblo y animales de granja, incluyendo una adorable oveja bebé.
Los elementos de plata, oro y los cristales vistos en años anteriores fueron reemplazados, y las nubes de tafetán de colores brillantes dieron paso a un tul más suave y etéreo. Se combinaba con prendas de encaje o conjuntos de sujetador y calzones. La colección era sexy, pero no en el sentido llamativo que caracteriza a Dolce & Gabbana, sino que transmitía una sensualidad más adecuada.
Hacia el final del desfile, se presentaron looks femeninos que incluían faldas de aro que se extendían por la pasarela, algo que aparentemente era una primicia para los diseñadores. Estos se alternaban con chaquetas de smoking y esmóquines bordados de corte masculino. La marca ya había experimentado con este tipo de juegos de roles en la pasarela en sus comienzos, como una forma de crear una sensación de autenticidad y resaltar sus propias raíces.