Es imposible negar que una de las mentes más notables de la humanidad es la de Leonardo DaVinci, muchos de sus inventos y teorías fueron adelantadas a su tiempo, parece ser que también logró realizar mapas cenitales muy apegados a la realidad.
En 1502, el autor de La Gioconda se dirigió a la ciudad de Imola para trabajar como ingeniero para César Borgia, el noble, político y general italiano. El encargo consistía en que Da Vinci ayudara a Borgia a familiarizarse con la ciudad que había conquistado unos pocos años antes, en 1499.
Así fue como Da Vinci plasmó Imola en un plano icnográfico, una idea inspirada en el ingeniero romano Vitruvio que permite al observador posicionarse directamente encima de un edificio y obtener una imagen clara de lo que está viendo.
Se especula que empleó algún tipo de instrumento para calcular los ángulos, junto con una brújula para registrar la orientación de las murallas de la ciudad. Asimismo, los expertos que han analizado los bocetos creen que determinó algunas distancias caminando por la propia urbe o utilizando un odómetro de ruedas giratorias.
El artista no se limitó a desarrollar pinturas en su vida, ya que se dedicó a innumerables áreas en campos como la ciencia, anatomía, botánica, música, poesía... e incluso en el ámbito de la ingeniería militar y el urbanismo.