Las reclusas llevaban semanas quejándose de que las integrantes de una pandilla las estaban amenazando.
Las reclusas de la mayor cárcel de mujeres de Honduras llevaban semanas quejándose de que las integrantes de una pandilla las estaban amenazando. Según las autoridades, la banda cumplió el martes con amenazas y asesinó a 41 mujeres, muchas ellas quemadas, tiroteadas o apuñaladas.
La presidenta hondureña, Xiomara Castro, afirmó que el motín en la localidad de Támara, unos 50 kilómetros al noroeste de Tegucigalpa, fue “planificado por maras a vista y paciencia de autoridades de seguridad”.
Tras el incidente, Castro destituyó al ministro de Seguridad, Ramón Sabillón. En un comunicado, la presidencia informó la noche del martes que en reemplazo de Sabillón fue nombrado el comisionado general Gustavo Sánchez, quien venía de desempeñarse como director general de la Policía Nacional.
Los videos difundidos por el gobierno desde el interior de la prisión exhibieron varias pistolas y muchos machetes y otras armas blancas encontradas tras el motín. Sandra Rodríguez Vargas, comisionada adjunta ante la Comisión Interventora de Centros Penales, dijo que las agresoras “desalojaron” a los guardias del centro -ninguno parecía haber resultado herido- hacia las 8 de la mañana del martes y, a continuación, abrieron las puertas de un bloque de celdas contiguo y comenzaron a asesinar a las internas. Provocaron un incendio que dejó las paredes de las celdas ennegrecidas y las letras reducidas a retorcidos montones de metal.
Al menos siete reclusas eran atendidas en un hospital de Tegucigalpa por heridas de bala y arma blanca, según información de las autoridades del Hospital Escuela.
Parecía una tragedia anunciada, según Johanna Paola Soriano Euceda, que esperaba fuera de la morgue de Tegucigalpa noticias sobre su madre, Maribel Euceda, y su hermana, Karla Soriano. Ambas estaban siendo juzgadas por tráfico de drogas, pero estaban recluidas en la misma zona que las presas condenadas.