Hace 19 años, un trágico accidente automovilístico estuvo a punto de acabar con la vida de Azul Guillermo Chávez, artista nacido en Acapulco, pero monclovense de corazón. Los doctores le daban solo una semana de vida, pero contra todos los pronósticos logró sobrevivir y hoy lucha por ser el mejor esposo y padre de familia.
Aquel 14 de julio del 2004 su vida comenzó, literalmente, desde cero. Por la gravedad de las lesiones, el maestro de pintura de la Casa de las Artes de Monclova perdió la mitad de su cerebro, y con ello se fueron miles de recuerdos.
Mayela Sánchez, su esposa, se propuso rescatar cada vivencia familiar para apoyarlo con su rehabilitación, aunque el primer obstáculo a superar fue un golpe en el corazón: Su esposo no la recordaba a ella ni a su hija Azul, quien en este entonces tenía tan solo 51 años de edad.
Después del accidente estuvo hospitalizado en estado de coma en Terapia Intensiva, su esposa se las ingeniaba para ingresar a escondidas un radiecito donde grabó la voz de la pequeña Azul cantándole una canción a su padre, porque ella no podía entrar al hospital, debido a su corta edad.“En los 2, 3 minutos que me daban de visita al día llevaba yo la grabadora y le ponía la canción al oído para que escuchara a su hija, él estaba inconsciente, pero cuando yo le ponía esa canción, los aparatos a los que estaba conectado indicaban que su corazón estaba latiendo más rápido, dejé de hacerlo porque el doctor me regañó y me dijo que lo estaba alterando, pero fue una manera en la que yo intentaba darle ánimos para que despertara, para que se diera cuenta de que toda su familia estábamos al pendiente de él”, agrega Mayela.
“El doctor nos dijo, es muy difícil que se recupere, pero si logra pasar la semana lo enviamos a cirugía, y no sé cómo lo hizo, pero lo logró”.
De manera milagrosa, el maestro Azul fue mostrando mejoría en su salud y fue enviado a quirófano para retirarle la mitad del cerebro que se le dañó, y después de la cirugía, cuando empezó a despertar del coma, los doctores advirtieron a la familia que aún no podían determinar con exactitud la gravedad de las secuelas que iba a presentar, debido a la zona del cerebro que se le dañó.“Después de la cirugía lo dieron de alta para que se recuperara en casa y le tuvimos que enseñar todo lo que ya sabía, pero que a causa del accidente ya había olvidado”, agrega su esposa.
Mientras la mirada del pintor se pierde entre el horizonte navegando entre los recuerdos difusos, su esposa Mayela agrega que a raíz del golpe sufrido en la cabeza Azul tuvo un derrame cerebral que lo dejó sin memoria. Ya no sabía cómo caminar, hablar, leer, comer solo, ni tampoco ir al baño. A sus 70 años volvió a ser, literalmente, un bebé.
En medio de su recuperación en su hogar, Azul miraba los lienzos y la memoria del corazón resurgió. Él recordaba que pintaba e intentó hacerlo, pero se desesperaba al darse cuenta de que no podía hacerlo bien por las secuelas del accidente, entonces tuvo que aprender una nueva forma de plasmar su arte y al reinventarse, años después, pudo regresar a las aulas a seguir formando nuevos artistas plásticos.“Mi primer trabajo fue en la Ciudad de México y a los 19 años entré a trabajar a Bellas Artes”, recuerda Azul. “A los 22 años ya trabajaba para el Museo Biblioteca Pape en la Ciudad de México y daba clases de dibujo y pintura en el IMSS, en el Museo Biblioteca Pape me invitaron a exponer aquí mis cuadros y aquí me quedé a vivir”.
Azul se casó en 1978 y aunque su primera esposa, Nancy, se adelantó hace tiempo en el camino a la eternidad, le queda el amor de su hija del mismo nombre, quien hoy tiene 44 años de edad.
En 1992 conoció a Mayela Sánchez, quien era una joven estudiante de arte y el amor surgió de nuevo en su corazón. A los pocos años de matrimonio llegó la pequeña Azul, quien heredó el don artístico de su papá, y Guillermo Arturo, con quien completó su felicidad porque él siempre deseó un varoncito.
Es gracias al apoyo incondicional de su familia, que el maestro Azul pudo salir adelante y reincorporarse a la mayoría de sus actividades, pues uno de los recuerdos que remarca Mayela es que la pequeña hija Azul, que en su momento tenía 3 años de edad, le ayudaba a su papá en la rehabilitación y de manera entusiasta veía como la pequeña corregía a su papá para que este aprendiera a decir las palabras de manera correcta.
“Si el papá decía que quería algo de refrigerador, lo decía de una manera incorrecta y Azul se daba cuenta y le decía no papá, el nombre correcto de esto es refrigerador y así lo decía con muchas otras palabras que ella percibía que él las decía mal”, argumentó Mayela.
De nuevo se asoma la tragedia. Después del accidente, el maestro Azul tuvo miedo de volver a tomar el volante, pero se armó de valor y lo hizo por sus hijos, para asegurarse que llegaran bien a su destino, años después su esposa se dio cuenta que ya empezaba a perder la visión periférica y le dijo que ya no lo dejaría manejar, pero él se negaba a hacerlo porque quería sentirse útil.
Poco tiempo después, la tragedia volvió a presentarse en su camino. Cuando el pintor salía de sus terapias en la Clínica 7 del IMSS repentinamente se incendió su carro, él no podía reaccionar rápidamente, pero las personas que estaban cerca del lugar lo sacaron del vehículo en llamas y tras conseguir el número de teléfono de su esposa le marcaron para hacerle saber lo sucedido. El coche fue pérdida total, pero Azul estaba vivo milagrosamente ¡y por segunda vez!, lo que su familia tomó como una señal divina y de forma definitiva le prohibieron manejar para evitar más riesgos, fue así como su esposa se convirtió en el “chofer oficial” de la familia.
Un papá apapachador. En palabras de su esposa Mayela, Azul siempre ha sido un papá muy presente y muy al pendiente de su familia y sobre todo, preocupado por el bienestar de sus hijos, “los llevaba a la escuela y también iba por ellos, llegó un punto en que en las escuelas no me conocían a mi porqué siempre lo veían a él”, dice con una sonrisa. En su casa forman un buen equipo de trabajo y las peleas que hay son, curiosamente, porque todos quieren lavar la ropa y tenderla a su estilo particular, llegando incluso él a volver a tenderla cuando no le gustaba como lo hacían los demás.
“Azul siempre ha sido un papá muy cariñoso, muy apapachador y está al pendiente de sus hijos, que si ya desayunaron, que si hay chocolate, cereal, etc., y al contrario de otras familias donde los hijos buscan más a la mamá, aquí es al revés, lo buscan siempre a él antes que a mí”, dice Mayela. Pero no todo es miel sobre hojuelas, lamentablemente el accidente en el que se vio involucrado le dejó afectaciones que le impiden comunicarse normalmente, pero la paciencia de sus hijos hace posible que se den a entender de alguna u otra forma o buscan la solución en su mamá, pero aun en esas condiciones se toma un acuerdo en familia.
“Por ejemplo, ahorita que ya están más grandes, que son unos adolescentes, siguen respetando a su papá, son de que, ahorita, vengo, papá, voy a tal parte, o ya vine, papá, o sea, las condiciones físicas de su padre no impiden que ellos lo sigan respetando y dando su lugar”, agrega Mayela.
La diferencia de edad. Entre el maestro Azul Chávez y su esposa Mayela Sánchez hay una diferencia de edad de 21 años, a pregunta expresa, Mayela niega que esto sea un factor negativo en la educación de sus hijos y más que sufrir bullying, había sólo comentarios de confusión ante los cuales sus hijos siempre aclaraban que era su padre y no su abuelo, como muchos creían al verlo llegar a la escuela caminando con dificultad por las secuelas del accidente, pues aceleró su proceso de envejecimiento al hacer más esfuerzo de un solo lado, por tener paralizado la otra mitad de su cuerpo, esto provocaba también que los compañeros de la pequeña Azul, no lo entendieran, e hicieran burlas sobre ello, pero que todo quedó en pláticas y no se guardó ningún tipo de resentimiento por parte de la hija hacia ellos, pues de manera madura, lo entendía todo.
Un padre muy padre. El amor que el maestro Azul Chávez profesa por sus hijos es notorio y no pierde la oportunidad de mostrar su orgullo en lo que ellos hacen.
En el caso de su hija Azul, quien hoy tiene ya 21 años y que a sus escasos 2 años ya mostraba la vena artística que le heredó, siempre la ha motivado a incursionar en el arte siguiendo los impulsos de su corazón e incluso los dos han participado con sus obras en muestra colectivas. En el caso de Guillermo Arturo, de 14 años, le “echa porras” para que no se rinda en la práctica de deporte y junto con su esposa Mayela han sabido llevarlos por el camino del bien. Quizás la memoria y las capacidades físicas del maestro se hayan mermado tras el accidente, pero el amor que guarda en su corazón por su familia sigue intacto y perdurará por siempre, pues pese a todo pronóstico él mantiene su sonrisa y su carisma que contagia a todos una tranquilidad inigualable.