El sindicalismo viejo, violento, había regresado y no hubo poder que pudiera minimizarlo.
A las ocho de la mañana obreros del Sindicato Minero se empezaron a concentrar, el punto fue el antiguo centro comercial Merco, en el estacionamiento llegaron uno a uno, nadie con las manos vacías, todos con piedras, pedazos de bloque, palos y bates; todo con lo que se pudiera defender ellos y al recinto sindical de la 288.
Se desplazaron hacia el sindicato, sabían que los de la sección 147 ya se preparaban para salir a defender el inmueble, pero hoy no fue como otros días, ya no era por dinero, gritaban, sino por dignidad de hacer justicia por los que se quedaron callados, para reprender a los que robaron.
La sorpresa fue cuando llegaron al recinto, se dieron cuenta de que todo estaba vacío, la tesorería, la sala que resguardaba el equipo de cómputo y discos duros, no dejaron nada más que puros papeles volando.
No pasaron ni cinco minutos y aquello se había convertido en una batalla campal, el sindicalismo viejo, violento, había regresado y no hubo poder que pudiera minimizarlo, ninguna autoridad policial se acercó y las patrullas que lo hacían solo era para bloquear las calles aledañas y proteger a la ciudadanía.
Y es que mientras ellos trataban de defender sus intereses, sin darse cuenta, la ciudad se paralizó. Los comercios aledaños al sitio no tuvieron otra opción más que cerrar y resguardarse, pero además también estaban las escuelas, las guarderías; todos quedaron en medio de la guerra.
No había manera que alguien entrara y saliera, ahí se quedarían hasta que uno perdiera o desistiera, dentro de la reyerta hubo muchos lesionados, una ambulancia de Cruz Roja se apostó cerca del lugar para atender a quienes salían lesionados, pero nadie daba su brazo a torcer.
Poco a poco, los obreros del Minero, empezaron a ganar terreno, del Democrático, no quedó ninguno.
Los “Napitos” gritaban en unísono “obreros unidos jamás serán vencidos”, cuando de pronto se escuchó a lo lejos otro enfrentamiento.
Era a las afueras de una librería y papelería muy conocida de la zona centro, una suprema fiscal que nadie respetó, ahí se habían atrincherado cinco del Democrático y los Napitos querían sacarlos a como diera lugar, el dueño del sitio no dejaba que los mineros pasaran, a los del democrático los desconocía como Judas a Cristo, pero no dejaba que nadie los sacara ni golpeara, tuvo que intervenir la Policial Civil de Coahuila para poder rescatarlos.
En un abrir y cerrar de ojos, en el lugar donde se había gestado la batalla más fuerte en los últimos tres años, llegaron los mandos más altos de seguridad en el estado, con sus respectivos elementos, hicieron acto de presencia para presentarse con los obreros e invitarlos al diálogo para que la ola violenta terminara. El Notario Público Gilberto Muela llegó al recinto de la 288 para levantar un acta que constatara que el sitio se encontraba solo, que había sido saqueado. Aquel sindicato que antes había sido vencido por los Democráticos los mismos que habían derribado la estatua de Napoleón Gómez Urrutia, hoy fueron desplazados, con pintura en spray borraron el símbolo del Democrático y las letras que los representa, ahí solo quedaron decenas de pedazos de bloque, palos y algunos botellines de agua que sirvieron para hidratar a los obreros después de la pelea.
La funeraria de la 288 también fue visitada, se hizo lo mismo, se borró todo aquello que hiciera alusión del Democrático y del Secretario General Ismael Leija Escalante y del “Látigo” Ríos ya no se supo nada.
La violencia obrera regresó, mientras que el Gigante de Acero, sigue sin latidos.