El deporte tiene estas cosas: para una franquicia que ha ganado 17 anillos, el último hace en realidad no tanto (octubre de 2020, que parece que ha llovido más de lo que ha llovido), ponerse en el 50% de victorias no debería ser una noticia masiva. Pero, así estamos, lo es. De hecho, es la primera vez que sucede esta temporada, la primera en realidad desde el 25 de enero de 2022, cuando el equipo estuvo 24-24 antes de despeñarse definitivamente (33-49 final). En esta ha costado, muchísimo. Y ha requerido rehacer completamente la rotación que comenzó la temporada con cinco derrotas seguidas, estuvo 2-10 y 14-21 el 28 de diciembre. Ahora, después de ganar un partido de implicaciones monumentales a los Thunder (116-111) está 37-37. Por fin.
Y está octavo, empatado con el séptimo del Oeste. Lleva un partido de ventaja al undécimo, al que (ahora) no se metería en play in (esto cambia cada noche). Que es Dallas Mavericks, nada menos. Los Thunder (36-28) son décimos, empatados con los Mavs. Pero los Lakers les han ganado el desempate con esta victoria que deja su serie de la temporada en 2-1 para los angelinos. Así que es un triunfo de valor doble. En su mejor situación en muchísimo tiempo, los Lakers (para el que quiera mirar para arriba con ilusión y no para abajo con ansiedad) están a un partido y medio del sexto puesto, el primero que se ahorra la repesca. Y, ejem, solo tiene dos derrotas más que el cuarto. Así es el Oeste esta temporada. Un asunto feo. Raro.
Desde que debutaron todos los nuevos tras el cierre de mercado, cuando Rob Pelinka encontró una forma tardía pero buena de arreglar el divorcio con Russell Westbrook, los Lakers están 12-6. Es una buena cifra que salta a excelente si se considera que LeBron James solo ha jugado tres de esos partidos. Sin él, es un muy buen 9-6. Mañana se cumple un mes de su lesión con buenas noticias sobre su regreso, a priori a tiempo para, como mínimo, el play in. D’Angelo Russell solo ha jugado once y se ha perdido ya siete. Promedia en los que sí ha estado más de 18 puntos y 6 asistencias con casi un 40% en triples. Así que es una baja también importante, aunque no sea LeBron. De hecho, un problema de cadera que surgió ayer, de repente, dejó al base fuera de esta final contra los Thunder. Eso ponía las cosas cuesta arriba antes de empezar. Así ha sido, todo y todo el año. O esa sensación da.
Anthony Davis, Schröder... y Lonnie Walker
Pero los Lakers ganaron. Jugaron muy bien un rato, mal otro y con energía y convicción al final. Cohesionados. Los Thunder estaban en back to back, pero contaron con un Shai Gilgeous-Alexander que no había participado en ninguna tanda de dos partidos en dos noches desde el 8 de febrero. Entonces hizo la anterior excepción también contra los Lakers. En una temporada maravillosa en la que están poniendo cimientos y un poco más hacia lo que parece un buen futuro, los de OKC se ganaron una vida que no parecían tener en el primer tercio de partido. Perdieron el primer cuarto (en el que llegaron a estar en -17) 41-25 pero llegaron a empatar en el tramo decisivo (la última igualdad, 105-105 a 4:15 del final). En ese trance crucial tuvieron menos fuerzas y menos soluciones que los Lakers. A pesar de que Lu Dort recuperó la puntería que no había tenido una noche antes (15 puntos, 5/8 en triples) y del excepcional partido de Josh Giddey: 27 puntos, 17 rebotes, 7 asistencias. El rookie Jalen Williams, un jugador con unas trazas excelentes, no estuvo a su mejor nivel. Y tampoco Shai, porque su mejor nivel es del de casi aspirante al MVP. Anotó 27 puntos y repartió 8 asistencias, pero no pudo manipular la defensa de los Lakers con su precisión habitual.
Porque los Lakers post deadline son, sobre todo, un buen equipo defensivo. Más joven, más profundo y con más envergadura. Sin esos quintetos llenos de bases que solo parecían gustarle a Darvin Ham y que resultaban tan crispantes (Westbrook+Schröder+Beverley=¿?). Sin LeBron ni Russell, Anthony Davis emergió en el nivel que necesitaba su equipo (37 puntos, 15 rebotes y dirección del tinglado defensivo) y Schröder, lo ha hecho más veces, surgió como alternativa heroica en ataque: 21 y 6 asistencias con seis puntos muy importantes en el tramo final. Con mucho trabajo de Vanderbilt y un Reaves menos espectacular pero inteligente (11+6 rebotes y 9 asistencias), la otra gran aparición fue Lonnie Walker IV, que tuvo muchos minutos y respondió con 20 puntos y 4 triples, el último para romper ese empate a 105 que parecía tan peligroso.
Los Lakers todavía no han hecho nada, pero en cierto modo han hecho mucho. Se han dado la oportunidad de estar ahí, han comprado tiempo mientras se recupera de su lesión LeBron James. Veremos cómo acaba la cosa, pero los últimos días han demostrado que es un equipo empeñado en no parar, en llegar hasta donde quiera que vaya a poder, que tampoco es fácil saberlo en este Oeste. Después de unas derrotas horribles (la de Houston, el triple de Kleber en el último segundo…), han sacado en los últimos tres partidos otra vida. Una más porque parece que, en parte porque su Conferencia echa buenos cables, no se les acaban nunca. Y eso es algo que suele tener mucho valor. ¿Cuánto exactamente? Ya veremos.