Cuando se trata de crustáceos con pinzas poderosos, a menudo pensamos en la gamba mantis, pero en las salvajes profundidades marinas hay un pistolero mucho más rápido. Se trata del camarón pistola o camarón chasqueador, y un nuevo estudio revela que los ejemplares más jóvenes son, curiosamente, los que tienen las pinzas más rápidas.
Las pinzas del camarón pistola ya tenía fama antes de este estudio hasta el punto de que protagonizaron su propio vídeo en cámara lenta para Earth Unplugged. Su peculiar diseño asimétrico les permite cerrarse con tanta fuerza que el impacto entre ellas genera burbujas de cavitación con una presión acústica de en torno a 80 kilopascales (12 psi). El estallido es tan potente que la burbuja genera un estallido luminoso (un fenómeno conocido como sonoluminiscencia), y sale disparada a velocidades de 25 metros por segundo (unas 56 millas por hora o 90 kilómetros por hora); suficiente para matar al instante a pequeños peces. Los ejemplares adultos hacen tanto ruido al chasquear sus pinzas que compiten con animales tan grandes como los cachalotes en ser las criaturas más ruidosas del océano. Se sabe incluso que sus sonoros chasquidos llegan a interferir con el sonar de barcos y submarinos.
En New Scientist se hacen eco de un nuevo estudio llevado a cabo por biólogos de la Universidad de Duke, en Durham, ha descubierto un detalle fascinante sobre los camarones pistola: los ejemplares juveniles son aún más letales, con chasquidos hasta 20 veces más rápidos que los de los adultos. Los resultados de ese estudio acaban de publicarse en la revista Journal of Experimental Biology.
Jacob Harrison y Sheila Patek, coautores del estudio, han investigado en detalle los mecanismos de actuación de resorte (conocidos como LaMSA o latch-mediated spring actuation por sus siglas en inglés) de una especie concreta de camarón pistola: el camarón tamarú (Alpheus heterochaelis). Este crustáceo es nativo del oeste del Océano Atlántico y especialmente abundante en aguas del Golfo de México.
Tras recolectar huevos de esta especie en la costa de Carolina del Sur, los investigadores procedieron a criar los pequeños camarones. Cuando alcanzaron los 30 días de edad y desarrollaron sus pinzas, Harrison y Patek comenzaron a grabarlos con una cámara de alta velocidad a 50.000 fotogramas por segundo, que es la velocidad normal a la que se graban los ejemplares adultos. Pronto descubrieron que los chasquidos de los ejemplares jóvenes eran tan rápidos que la cámara no era suficiente y tuvieron que emplear un modo a 300.000 fotogramas por segundo.