A sus 27 años, anhela tener la invitación de alguna ganadería para repetir su sueño de hace años, hacerle frente a un astado.
Mujer sin miedo. No se aflige, aunque no pueda ver el peligro. Mariana Sánchez es un claro y vivo ejemplo de que el toreo no se ve, se siente. A sus 27 años, anhela tener la invitación de alguna ganadería para repetir su sueño de hace años, hacerle frente a un astado.
Ha tenido la oportunidad de participar en algunos festivales alrededor de la República Mexicana, pero en los últimos años ese anhelo no ha sido posible, pero más allá de achicarse, mantiene el entusiasmo a tope y aunque el toreo de salón lo disfruta, lo goza, nada como torear como Dios manda.
Mariana es una torera hecha y con el doble de valor, no por ser mujer, sino porque es ciega y ni eso le impide o le genera pavor alguno para pararse en cualquier ruedo. Lo que no ve- debido a que se le desprendieron las retinas apenas a los cinco meses y 23 días desde nacimiento- lo siente. Su toreo siempre es entregado.