Cuando hace más de tres años el Arsenal Football Club decidió apostar por Mikel Arteta como entrenador, la gran mayoría de sus hinchas sintió un profundo optimismo. A Pep Guardiola, en cambio, no le quedó más remedio que decirle adiós a uno de los mejores ayudantes que tuvo en su carrera como DT. Era cuestión de tiempo. Incluso, Arteta ya había estado cerca de ser el sucesor inmediato de Arsène Wenger, prócer en el norte de Londres, cuando a mediados de 2018 llegó a su fin ese fabuloso ciclo de más de dos décadas en el que la institución ganó 17 títulos y alcanzó la fama a nivel mundial por su elegante estilo de juego.
Finalmente, el elegido fue Unai Emery, cuyos 18 meses en el cargo resultaron caóticos dentro y fuera de la cancha. La reestructuración del área deportiva se había tornado turbulenta y el equipo lucía desorientado. Sin experiencia probada como entrenador, Arteta asumió el desafío de desempolvar la grandeza del club en el que había transitado el ocaso de su trayectoria como futbolista profesional; convirtiéndose en capitán y un jugador emblemático dentro de un equipo que pudo cortar una sequía de nueve años sin trofeos para Wenger. Llevaba poco más de tres temporadas como asistente técnico de Guardiola en el Manchester City cuando decidió regresar al Emirates Stadium, donde también atravesó momentos difíciles, pero recibió el apoyo total de la directiva para paulatinamente convertir al Arsenal nuevamente en la gran sensación de la Premier League. Aunque el progreso iba haciéndose cada vez más evidente, ni los propios Gunners podían imaginar que este equipo joven y talentoso iba a posicionarse como puntero en Inglaterra.
Mikel Arteta y Pep Guardiola se preparan para verse otra vez la caras como entrenadores del Arsenal y el City este miércoles. Sus equipos, líder y escolta de la Premier League respectivamente, están a tres puntos de distancia en la tabla de posiciones (los Gunners además tienen un partido menos) y se enfrentan por primera vez en el marco de la liga inglesa durante la vigente campaña. Hace poco más de dos semanas, tuvieron un duelo muy ajustado en casa de los Citizens correspondiente a la FA Cup, que terminó con triunfo del local por la mínima diferencia (1-0). Fue una batalla táctica entre dos elencos de una misma entidad que dejó de manifiesto que la brecha de nivel entre ambos no es tan grande como en los últimos años, lo que aumenta la expectativa de cara al próximo choque en el norte de Londres. Ningún pronóstico consideraba a los dirigidos por Arteta como aspirantes al título al iniciar el curso, pero transcurrida más de la primera mitad de la campaña siguen en la pelea por alzar el trofeo que Guardiola conquistó en cuatro de los últimos cinco años.
Los Gunners han evolucionado notablemente desde que el ex ayudante de Pep asumió el cargo. A Unai Emery lo despidieron en noviembre de 2019, entre cánticos en su contra y sin el respaldo de los referentes del vestuario, en medio de una racha de siete partidos sin ganar en todas las competiciones y con una notable carencia de argumentos futbolísticos para salir a flote. Era un contexto poco auspicioso para un inexperto Mikel Arteta, quien ya sabía lo que significaba desembarcar en el norte de Londres en tiempos de crisis. Su etapa como jugador del Arsenal había iniciado en peores condiciones: Arsène Wenger lo fichó en el último día de la ventana de transferencias del verano de 2011, justo después de una estrepitosa derrota por 8-2 ante el Manchester United en Old Trafford –la derrota más dura de su historia en la Premier League– y para cubrir la baja de Cesc Fábregas, que se había marchado al Barça.
El Everton había rechazado múltiples ofertas por Arteta pero no hubo posibilidad de retenerlo cuando supo del interés de los Gunners. No había ni siquiera tiempo para completar los exámenes médicos, pero hizo todo lo posible para que se concretara el traspaso. Tenía 29 años y había sufrido una lesión en el ligamento cruzado apenas dos años antes, pero pidió a los directivos del Arsenal que confiaran en él y hasta resignó dinero, ya que firmó un contrato sin ningún tipo de bonificaciones para acelerar las negociaciones. Era la gran oportunidad de cerrar su carrera futbolística en uno de los clubes más grandes del mundo.