Nunca antes habíamos estado tan cerca de que ese simbólico reloj llegara a la media noche, esa representación del “día del juicio final” que nos indica que cuanto más se acerca el reloj a la hora fatídica, más cerca estamos de una catástrofe que podría terminar con toda la humanidad.
Como hemos contado varias veces, este reloj simbólico ha servido como metáfora de nuestra proximidad a la catástrofe desde 1947. El reloj se actualizó por última vez en 2020, cuando avanzó a 100 segundos antes de la medianoche, y se creó después de la Segunda Guerra Mundial como una forma de ilustrar la probabilidad de autodestrucción de la humanidad, sobretodo al comienzo de la Era Atómica.
Tal y como ha explicado el presidente y director ejecutivo de Bulletin of the Atomic Scientists en una conferencia de prensa:
Nosotros en el Boletín creemos que debido a que los humanos crearon estas amenazas, tienen la capacidad de reducirlas.
Lo cierto es que desde sus inicios, cada año los miembros del Boletín de Científicos Atómicos se propusieron responder dos preguntas: ¿está la humanidad más segura que el año pasado y está más segura de lo que ha estado durante los últimos 76 años frente a las amenazas provocadas por el hombre? Esto es lo que ha determinado la posición de 2023.
Como anécdota, recordamos que lo más lejos que ha estado el reloj del fin del mundo de la medianoche fue de 17 minutos, logrado en 1991 tras el alivio de la tensión entre la antigua Unión Soviética y Estados Unidos. Crucial para ello fue la reunificación de Alemania y la firma del primer Tratado de Reducción de Armas Estratégicas.
No cabe duda de que en los últimos tiempos las noticias no son muy esperanzadoras. La invasión rusa de Ucrania y el riesgo de destrucción de sus instalaciones nucleares civiles, así como la amenaza del despliegue de una bomba nuclear, fueron, entre otros, factores claves en la última decisión. Esto ha llevado a un almacenamiento de armas tanto en Europa como en Asia.
Junto a la guerra, hay que recordar el fracaso de los compromisos firmes de la COP 27 y nuevas oleadas de COVID-19, situaciones que muestran que los gobiernos siguen sin poder planificar un futuro más seguro.
Por todo ello, el momento actual muestra que los riesgos de autoaniquilación de la humanidad nunca han sido mayores, aunque la idea es que sirva de recordatorio. No tiene por qué ser así, por supuesto, y como explican los científicos, un mundo mejor y más seguro siempre será posible.