Béisbol Una figura genuina en la historia del "Rey de los deportes". Jugó en la Liga Mexicana de Béisbol y en la Liga del Norte de Coahuila.
Si me permiten, me gustaría narrar una gran historia, que no muchos conocen pero que, sin embargo, es totalmente verídica, es acerca de la vida de un pelotero que dio todo en el campo de juego; era uno de esos “garbanzos de a libra” que rara vez se dan en muchos años en Coahuila.
Su extraordinario desempeño en los partidos del “rey de los deportes” era muy reconocido al igual que su gallardía y porte, además, logró incursionar profesionalmente en la Liga Mexicana de Béisbol y la célebre Liga del Norte de Coahuila.
Sí, jugó con importantes equipos que hoy en día son poseedores de campeonatos nacionales y gozan de una gran tradición para los amantes de este hermoso deporte. Así que, para iniciar con este relato remontémonos a una calurosa tarde del verano de 1947 cuando se llevaba a cabo un partido beisbolero de arrabal, en el poblado sabinense del Mineral de Cloete. Los jugadores, casi todos de 28 años buscaban afanosos el triunfo.
Estaban tan emocionados que no notaron la llegada de dos importantes personajes: eran los buscadores de talentos Pancho y Cleto Rodríguez que atentos observaban a los deportistas. Provenientes de Puebla, arribaron específicamente a la región carbonífera de Coahuila atraídos por la fama que ese territorio era semillero de excelentes peloteros y, de entre todos los chicos destacaba uno del equipo “Sección 14” que llamó poderosamente su atención.
-Le dicen “La Chiva Jiménez”- les dijo Ramón Martínez Guzmán, amigo y cuñado del jugador, al escuchar que éstos preguntaron.
Al terminar el partido se entrevistaron con él en unas improvisadas gradas y le soltaron de sopetón los planes que tenían: ¡Integrarlo al equipo de los Pericos de Puebla!
Un par de meses atrás, regresaba de jugar una temporada con el equipo texano de “Cowboys” en Del Río y comenzó a laborar en el mineral del Niple, donde tras largas faenas extrayendo carbón, se dio el tiempo para organizar una liga deportiva entre sus compañeros y jóvenes. No desaprovechó esa oportunidad y los cazatalentos lo llevaron a “Angelópolis” jugando la temporada 1948, sin embargo a pesar de su arduo trabajo, Puebla no se coronó con el campeonato y el dueño del equipo en ese entonces, Delfino Pérez, decidió retirar la escuadra sureña de la liga profesional.
Pero para él no fue una derrota, más bien fue la catapulta perfecta para incursionar de lleno en los duelos profesionales de la Liga Mexicana que en ese entonces contaba con ocho equipos: México, Veracruz, Monterrey, Nuevo Laredo, Tampico, Puebla, Torreón y San Luis Potosí.
Legendaria vida deportiva. Nacido en Piedras Negras el 1º de junio de 1919, Alfredo Jiménez Sifuentes fue hijo del maestro de inglés y guitarra Octaviano Jiménez y Martha Sifuentes y desde temprana edad se inclinó por el atletismo.
Cuando contaba con 16 años, sus compañeros le acuñaron el apodo de “La Chiva”, allá por el año de 1935, debido a la manera de brincar cuando jugaba en el equipo de basquetbol del Sindicato de Trabajadores, Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana Fracción 14 en Nueva Rosita.
También brilló en el deporte ráfaga y fue entrenado por el Profesor Gabriel Rodríguez junto a otros atletas como Patrocinio Medina y Agapito Zavala. Sin embargo en su interior tenía el gusanito por “el beis”, pues desde pequeño sabía de las hazañas de grandes leyendas principalmente estadounidenses como Ty Cobb y Babe Ruth.
Por ello su inicio en el “deporte rey” fue al trabajar en la empresa “La consolidada” de Nueva Rosita, municipio de San Juan de Sabinas y desde entonces ocupó las posiciones de jardinero central y segunda base, ocasionalmente catcher. Tras quedar viudo muy joven, sus patrones lo enviaron a trabajar a Laredo y formó parte de un equipo amateur y en su retorno a Cloete conoció a María de los Ángeles Martínez, hermana de su amigo Ramón. En compañía de sus padres fue a pedir la mano de “Angelita” a quienes serían sus suegros, Refugio Martínez y Margarita Guzmán. Se casaron el 28 de noviembre de 1942 siendo un constante viajar. Luego vinieron los hijos: José de la Luz Alfredo, María Martha y Margarita. Vivió en Piedras Negras un tiempo y en este punto fue cuando jugaba con “Cowboys” y regresó a Cloete solo para ser descubierto por “los cazatalentos”. Tras culminar la temporada y desaparecer el equipo poblano, “La Chiva Jiménez” firmó con la novena de Ébano, San Luis Potosí donde destacó como jardinero central y fue en esa ciudad en medio de duelos profesionales donde nació en 1952 su último hijo, Gabino.
Déjenme decirles que su carrera como beisbolista estaba en apogeo y tras la excelente campaña con los potosinos fue contratado por el club “Diablos Rojos” de México, rindiendo al máximo para cosechar magníficos triunfos dentro del diamante.
Por azares del destino conoció al profesor Vergara, quien impulsaba el deporte en la región centro de Coahuila y empezaron a trabajar entrenando a jovencitos además de ingresar como obrero a Altos Hornos de México estableciéndose en ciudad Frontera. Pero no podía dejar pasar de largo la oportunidad de ingresar a la legendaria Liga del Norte, fundada en 1945. “La Chiva” amaba el deporte y vio nacer el equipo de los Siderúrgicos de Monclova del cual fue Coach, dicen que era muy estricto, si él daba todo… ¡Sus muchachos tenían que dar el doble!
Y debido a esa disciplina y constancia que Alfredo infundía a su club, donde era también manager “El gigante de la Joya” Tomás Martell, obtuvo el legendario tricampeonato de 1965, 1966 y 1967 que a más de 50 años del triunfo se recuerda como una gran hazaña del béisbol coahuilense. Posteriormente fue entrenador de los Piratas de Sabinas que formaba parte de la liga Mexicana; como dato curioso, este equipo jugaba alternadamente un partido en Sabinas y otro en Monclova para luego convertirse en los célebres Mineros de Coahuila.
Un corazón grande como el béisbol. El doctor Octavio Grimaldo, atendió de inmediato a “La Chiva” cuando sufrió un fuerte dolor en el pecho durante un viaje al sur del país, para cumplir un compromiso profesional.
El mundo pareció caérsele al escuchar que su corazón crecía y ya no podría practicar el deporte que tanta dicha le había dado a lo largo de su vida.
Ya más tranquilo se hizo entrenador de Softbol y posteriormente manager de un equipo sucursal de Unión Laguna. Entró al mundo de la política como Síndico del Ayuntamiento de Frontera en la administración del presidente Arnulfo Pérez Peña, cuando se erigió la presidencia Municipal. Disfrutó infinidad de homenajes y hasta hace unos años existía en la ciudad rielera, una liga de softbol que llevaba en honor su nombre. Pero la muerte le hizo el último out: el 3 de diciembre de 1976 Alfredo “La Chiva” Jiménez, se quedó dormido en su mecedora, sus ojos se cerraron para siempre y con ellos una página inmortal en la historia del béisbol amateur y profesional.
¿Que por qué sé tanto acerca de su vida?...bueno, él era mi abuelo; lamentablemente no lo conocí, murió un año antes que yo naciera. Pero por relatos familiares y de aficionados de “hueso colorado”, así como por recortes de periódico, fotografías y sus uniformes descubrí que su vida fue un ejemplo de honestidad, tenacidad y deportivismo; su paso por el diamante merecía ser narrado ya que se colocó indiscutiblemente como uno de los inmortales del “Rey de los Deportes”.
A manera de epílogo, les puedo decir que con el tiempo la novena de los Mineros de Coahuila se desempeñó tenazmente y su casa fue “La Capital del Acero” de 1974 a 1979; es una lástima que “La Chiva” Jiménez no haya visto la evolución de las escuadras que manejó y que dieron como resultado la creación en 1980, del gran equipo que actualmente es Acereros de Monclova, que, con su excelente trayectoria en la Liga Mexicana de Béisbol merece una narración aparte, pero esa…¡Es otra gran historia!