El proceso electoral local en Coahuila ya inició, ¡y vaya de qué forma!
No fueron solo medios y actores regionales los que lo consignaron así, sino también varias fuentes no AMListas.
A inicios de este año, en este mismo espacio, dije -y sostengo- que aunque el desenlace parece narrado con antelación, la historia para llegar a él es tan recoveca que la estadía o la transformación resultan intrigantes.
Por el lado de los que ya han gobernado el estado, es de gran relevancia el resurgimiento de la coalición Va por México, que supo cerrar filas con el ya precandidato Manolo Jiménez Salinas como su abanderado.
Sin sorpresas y casi presumiendo firmeza, los registros ya fueron cumplidos en días pasados.
Sin embargo, por el lado de los que se cobijan en la así llamada Cuarta Transformación, el tablero quedó roto.
En México, las fuerzas de izquierda han logrado en distintos tiempos y con muy particulares regionalismos enarbolar y defender causas, incluso registrando historia social, cultural o artística y humana.
Para lo político, en los tiempos recientes, la cosa cambia.
No es de extrañarse que surjan rompimientos cuando se trata de boletas en las urnas y menos cuando el mismo máximo jerarca rompió, desligó y formó su propia fuerza para lograr su cometido.
No obstante, una cosa es la arena gubernamental y otra la electoral, recordando aquí que, como decía el ideólogo Jesús Reyes Heroles, en la política la forma es fondo.
Abrazarse del presidente, cuando él mismo lanza mensajes confusos en su conferencia mañanera, puede resultar, pues, más un tiro en el pie que un acierto para Ricardo Mejía Berdeja, si es que sus declaradas aspiraciones son legítimas y toma en cuenta que la población votante no es ingenua.
Cierta ocasión, en una especialización personal dentro del marketing político, escuché la frase que ha definido mis responsabilidades cívicas: no es lo mismo votar por un buen candidato que por un buen gobernante.
El problema de la izquierda en Coahuila, lamentablemente, reside en que sus cabezas parecen ser más políticas que los viejos liderazgos que dicen querer cambiar.
Desde Palacio Nacional, más de una ocasión por mes en sus mañaneras, AMLO dibuja a una ciudadanía responsable, concienzuda y despierta; aunque el camino es largo y el resultado no es del todo atribuible a su movimiento, él y los que residen en Morena deberían empezar a creerlo como cierto. No hacerlo así, los seguirá atrapando a ellos y a todos nosotros en la misma novela.