Por primera vez en la milenaria historia de la Iglesia, el papa reinante, el argentino Francisco, presidirá el 5 de enero el funeral de un predecesor.
El expapa Benedicto XVI, un teólogo alemán que en 2013 sorprendió al mundo renunciando a dirigir a una Iglesia sacudida por intrigas y escándalos, falleció este sábado, a la edad de 95 años, anunció el Vaticano.
"Con pesar doy a conocer que el Papa emérito Benedicto XVI ha fallecido hoy a las 09H34 horas, en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano", indicó el director del servicio de prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni.
Poco antes de las 11H00 locales (10H00 GMT), las campanas de la basílica de San Pedro repicaron y cientos de personas se acercaron a la plaza para recordar a Joseph Ratzinger, un refinado teólogo ultraconservador, que escogió el nombre de Benedicto XVI tras ser nombrado al frente de la Iglesia católica en 2005.
Por primera vez en la milenaria historia de la Iglesia, el papa reinante, el argentino Francisco, presidirá el 5 de enero el funeral de un predecesor, ya sin funciones.
"Según el deseo del papa emérito, el funeral se realizará en la mayor sencillez", precisó el vocero papal.
El cuerpo del difunto será expuesto a partir del lunes en la basílica de San Pedro, para ser venerado por los creyentes.
Antes de su inhumación será colocado en un ataúd recubierto por otros dos: el exterior, de madera de olmo; el del medio, de plomo; y el interior, de madera de ciprés.
Fin de la convivencia de "dos papas". El deceso pone fin a la insólita convivencia de dos papas, ambos con sotana blanca: el brillante teólogo ultraconservador y poco popular Ratzinger y el argentino Jorge Bergoglio, un jesuita que ha querido un papado dedicado a los pobres y los migrantes.
El miércoles, durante la audiencia general, Francisco pidió orar por la salud de su predecesor, quien estaba "muy enfermo" y a quien fue a visitar en su habitación.
Ratzinger, primer papa alemán de la era moderna, sustituyó en 2005 al carismático Juan Pablo II, de quien había sido su mano derecha durante un cuarto de siglo como jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio de la Inquisición. Desde ese cargo, había combatido con ahínco la Teología de la Liberación, que en América Latina abogaba por la defensa de los pobres y tenía coincidencias con ciertas corrientes del marxismo. Durante su pontificado de ocho años, su intención de alinear a los 1,200 millones de fieles católicos contra cualquier apertura en temas como el celibato sacerdotal, el control de nacimientos o la aceptación de divorciados u homosexuales chocó con una Iglesia devorada por los escándalos y las intrigas. Tras renunciar, prometió mantener un retiro absoluto, sin hacer sombra.