El campeón vigente, Francia, ante la nostálgica Argentina. Final de la Copa del Mundo Qatar 2022. Los dos mejores números 10 del mundo, Kylian Mbappé y Lionel Messi, frente a frente. Compañeros en el PSG, rivales enconados este domingo.
Para llegar ahí, Francia sufrió. Y sufrió porque quiso, pero también porque el adversario desahogó todas las poderosas facultades espirituales con que nutre su sangre, sus pulmones, sus piernas y su fe. 2-0 el desenlace, con goles de Theo Hernández y Randal Kolo Muani, y la resolución heroica y venturosa en el fondo de Hugo Lloris.
Un espectáculo deslumbrante, en la cancha y en la tribuna, con 68,294 actores vistiendo de la cromática festiva y los sonidos multi decibélicos de la ansiedad por la victoria.
Entiéndase que César R. Palazuelos había pitado el final y la horda del graderío seguía alentando. La muerte tenía sonidos de fiesta.
Francia entendió de qué se trataba. De aplacar a la bestia primero y adormecerla enseguida. España quiso marearla y termina mareada y eliminada.
Porque Marruecos se lanzó al asalto, con esa desesperación casi histérica con que juega. En la osadía, cargaría con el castigo, porque al minuto 4, se vio el reflejo de un equipo castigado en los músculos, pero no el espíritu. Francia ya se olvida de la marca, de la persecución, de la presión. Toda la pizarra de Didier Deschamps está hecha añicos. Ha tocado retirada, aglutinamiento. Con los Leones Atlas mordiendo los tobillos
¿Y la marabunta escarlata? Lejos de resignarse, de opacarse, de callar, retomó con devoción e ímpetu su obligación de Jugador Número 12 para intentar el milagro desde la trinchera implacable de la tribuna. No ocurriría. Francia a la Final, a tratar de refrendar el título de 2018. Argentina es el sinodal.