La puerta corrediza de cristal de la piscina de La Plage se abre. Cruzo el umbral, y parece que he sido transportado a otro mundo, ubicado a miles de kilómetros de Qatar.
Ha transcurrido poco más del mediodía y el alcohol fluye de todas las formas posibles. La gente está tumbada sobre las sillas, durmiendo la resaca o, quizá, descansando del partido de la noche anterior. Y hay más piel expuesta al sol que la que se vería en meses aquí en Doha, lo suficiente como para mantener a un dermatólogo empleado por el resto de su vida.
Sí, estamos en Qatar (el diminuto país musulmán y conservador, actual sede de la Copa Mundial), pero éste no es uno de sus hoteles o espacios públicos. Por el contrario, es el crucero MSC World Europa, atracado en el recién renovado muelle de cruceros de Doha. No es necesario reservar una habitación o disfrutar de las comodidades del barco. Por la bicoca de 50 dólares se puede adquirir un pase de un día; sin embargo, para quienes pernoctan allí, es uno de esos lugares donde la fiesta nunca se acaba.