Oda absoluta lo de Japón. El camino del samurái se terminó en los octavos ante Croacia, que no fue mejor que el combinado nipón, pero sí que supo ser más efectivo en el lanzamientos de penas máximas. Ahí, Livakovic no tuvo rival para decidir la suerte de su Selección.
El seleccionador Moriyasu ya avisó de que estaban preparados para los 120 minutos que podía tener el partido, y así fue. Japón alcanzó un gran nivel frente a Croacia, como ya hiciera ante Alemania y España, pero no le valió para superar a una rocosa Croacia que, desde los once metros, fue mucho mejor.
Pero lo cierto es que Japón tuvo en algunas ocasiones al equipo ajedrezado contra las cuerdas. La clave, un juego intenso, la presión alta y una velocidad de balón, por momentos, endiablada. Con Maeda en punta y en las bandas Ito y Nagatomo, el cuadro nipón tenía muy claro su plan a la hora de ejecutarlo.
Dominio alterno en los primeros minutos que se desarrolló con ocasiones para ambas selecciones. Petkovic pudo adelantar a Croacia, pero se equivocó en la toma de decisiones. Gvardiol tampoco estuvo acertado a la hora de definir desde la frontal del área. Modric dirigía a los suyos en el centro del campo, aunque a veces se veía superado físicamente por los japoneses.
Entre Yoshida, Maeda y Kamada dispusieron de las mejores opciones de gol. El partido estaba igualado, en parte por la buena reacción de Croacia al dominio inicial de Japón, pero la respuesta del conjunto de Moriyasu al filo del descanso fue letal: jugada de pizarra, centro lateral al área, no despeja la defensa, toca Yoshida y Maeda firma el 1-0.