La psicóloga Olga Castanyer recuerda que los progenitores van a tener que regañar y poner límites a los menores, “Pero eso se puede y debe hacer desde el amor incondicional, la aceptación y la empatía”, “Tenemos que quitar el estigma de que el niño es débil... ¡Hay que normalizar la sensibilidad!”
La realidad es que toda familia desea criar menores que se desarrollen como individuos plenos, tal y como recuerda la psicóloga, es básico educar en asertividad y el respeto.
La experta ofrece las claves para que los menores desarrollen una autoestima sana y se conviertan en adultos asertivos. Toca dar un paso al lado y entender cuáles son las necesidades de los menores, alejándose de los estereotipos y de lo que tradicionalmente se ha ido dando por hecho en la sociedad, dando cabida al amor incondicional pero también a los límites o a los castigos.
Muchas veces el adulto al llegar a cierta edad se olvida de que fue niño alguna vez. Por desgracia a muchos padres les ocurre lo mismo, se olvidan de cómo se sentían y lo que pensaban cuando eran niños, sobre todo se olvidan de que desconocían muchas cosas porque carecían de la experiencia que ahora tienen.
Si no vemos a los niños tal y como son realmente, nuestra inseguridad nos hace establecer dos bandos y pensar que los niños están del otro bando. Cuando decimos «me quiere chantajear, me quiere manipular», estamos dando por hecho que los niños piensan como adultos. La manipulación, el chantaje puede ser aplicado a la adolescencia, cuando el chico ya tiene experiencia, pero un niño lo único que quiere es que le quieran incondicionalmente y que le vean valioso, que estén orgullosos de él.
¿Cómo funciona el cerebro de un niño?:
El cerebro infantil sabe que para sobrevivir necesita llenar estos sacos y buscará incansablemente sentirse seguro, digno de ser querido, aceptado y valioso. Y lo buscará en lo único que tiene de referencia: nosotros, sus padres y cuidadores. Todos los esfuerzos del cerebro del niño irán encaminados a conseguir cubrir estas necesidades, intentando adaptarse a nuestra manera de ser y proceder.
Hacer que los niños se sientan queridos, aceptados, reconocidos, no tiene nada que ver con malcriarlos. Si bajo malcriar se entiende concederles todos los caprichos, mimarles o sobreprotegerles, estamos haciendo un flaco favor al desarrollo de su autoestima. El niño necesita sentirse querido, reconocido… y conocer los límites, los suyos y los de los demás. Tiene que aprender a frustrarse, a renunciar, a aceptar unas normas… Y claro que vamos a tener que regañarles y ponerles límites, pero eso se puede y debe hacer desde el amor incondicional, la aceptación y la empatía.
Las claves para regañar sin dañar la autoestima son:
- Centrarse en la situación concreta que ha suscitado el regaño, no generalizar a otras situaciones ni utilizar: «siempre», «nunca», «nadie», «todos» …
- Separar la conducta del ser: la primera puede ser corregida, el ser nunca. No le digamos «eres un/una…», «Nunca cambiarás…», etc. Centremos nuestra energía en el error concreto que ha cometido el niño.
- No utilizar sus emociones para corregir: no chantajearle, no amenazarle, no hacerle creer que con su conducta nos está haciendo un daño terrible, etc.
“Que los niños se sientan queridos, aceptados, no tiene nada que ver con malcriarlos”
Todos nos hemos visto sobrepasados y hemos gritado alguna vez. No pasa nada y es humano, pero estaría bien que el niño vea nuestros esfuerzos por tranquilizarnos, por lo que es muy importante hablarlo con él, expresarle a posterior cómo nos hemos sentido. ¡Ojo! sin culparle, y reflexionar en voz alta cómo podemos regularnos mejor una siguiente vez.
Aplicar asertividad en casa:
- En primer lugar:
introduciendo el concepto de asertividad en nuestras conversaciones cotidianas, un ejemplo sería utilizar con frecuencia la palabra «respeto»: podemos mostrar respeto hacia opiniones que son diferentes a las nuestras, aunque no las compartamos, o explicar que los gustos o intereses que tiene el niño son dignos de respeto, aunque no puedan ser cubiertos en ese momento. Otro concepto que podemos introducir en nuestra conversación es la palabra derechos: tú tienes derecho, yo tengo derecho, los demás también tienen derecho, etc.
- En segundo lugar:
podemos hacer de modelo asertivo intentando que el niño nos vea siendo asertivos, respetándonos a nosotros mismos y a los demás, pero dejando claros nuestros límites. Si sentimos que no somos personas asertivas no importa. Lo verdaderamente importante es que el niño vea nuestros esfuerzos por serlo, que nos escuche analizando situaciones en las que no hemos sido asertivos e intentando encontrar soluciones para una siguiente vez. Es mucho más importante que vea cómo valoramos, que el hecho de ser un modelo ideal para el niño.
- En tercer lugar:
nos podemos parar a analizar con el niño cualquier situación, por mínima que nos parezca, en donde se haya puesto en juego, claro ejemplo: un menor que le quita algo a nuestro hijo o que le ha pegado. En este caso, tendríamos que pararnos a analizar, compartir y permitir la emoción que pueda estar sintiendo el niño, e intentar encontrar una solución junto con él. Es importante no darle nuestra solución, sino permitir que sea el niño el que la piense y nosotros adaptarla a la realidad.