Orbelín Pineda salió de un poblado rural pequeño; de ahí se forjó un camino de éxitos y su calidad lo llevó a Europa.
En Coyuca, Guerrero, no había ni señal de teléfono, pero no le importaba a Orbelín Pineda... No la necesitaba.
Él era feliz entre caballos, gallinas, borregos, cerdos... Todos los animales del rancho donde ayudaba a sus papás.
Y claro, los fines de semana no podía faltar el balón, pues otro de los sueños era seguir los pasos del padre, quien fue futbolista, aunque no pudo debutar en Primera División.
Poco a poco, los caballos y gallinas no fueron suficientes para Orbelín. El balón tomó mayor importancia; tanto, que tuvo que emigrar a Querétaro.
De Coyuca a Querétaro hay exactamente 617.5 kilómetros. Orbelín se aprendió la distancia, siete horas en autobús.
Vino la lucha por llegar, competir con los rivales.
Estuvo en los equipos Sub-15 y Sub-17 de los Gallos Blancos, pero no le llegaba la oportunidad deseada.
Un día, se hizo del suficiente dinero y se compró un teléfono para estar en contacto con su familia.
Y el aparatito, más que necesario, fue una bendición. Una tarde de agosto de 2014, el teléfono sonó. De inicio, no reconoció la voz, pero en pocos minutos todo se le iluminó. Era el técnico del Querétaro, Ignacio Ambriz, quien lo llamaba para formar parte del plantel.
De ahí en adelante, todo fue más sencillo. Con el Querétaro, comenzó a brillar y eso lo hizo irse al Guadalajara, donde fue campeón; pasó al Cruz Azul, donde también se llevó un título.
Ahora, Orbelín está en Europa, muy lejos de Coyuca, pero el teléfono no lo suelta, pues espera una llamada que lo lleve a Qatar.