En 2021 varias empresas anunciaron sus metaversos, como Epic Games, Microsoft, Nvidia y Facebook. Esta última, Facebook, llegó al grado de cambiar su nombre corporativo por “Meta”, como una forma de anunciar sus esfuerzos a un proyecto de tales dimensiones, que prometen que será parte de nuestra vida diaria. Lo cierto es que a meses de sus anuncios, no hay nada consolidado.
En términos de usuarios, podríamos decir que Horizon Worlds, el metaverso de Facebook, es un fracaso, porque además de tener pocos usuarios -200 mil de medio millón que pronosticaron para estas fechas-, para acceder se tienen que utilizar las gafas Meta Quest, con un precio de 1500 USD.
Además del precio y la falta de usuarios, el desarrollo del entorno aún deja mucho que desear y no ha atrapado lo suficiente a quienes acceden, terminando con espacios desiertos y los usuarios con un dispositivo caro como pisapapeles.
Ya antes ha habido algunos intentos, como las gafas VR que algún tiempo fueron populares, incluso algunas las puede hacer uno mismo a costos muy bajos, pero no ha conquistado lo suficiente a creadores de contenido y desarrolladores como para crecer más esta tecnología.
Con los metaversos, prometen un entorno virtual para trabajar, como una realidad paralela donde las personas pueden interactuar sin estar físicamente en el mismo lugar, con las sensaciones de estar juntos.
El año pasado también, Bill Gates anunciaba que en un lapso de 2 a 3 años, la mayoría de las reuniones de trabajo serían a través de un metaverso. Lo cierto es que para que algo así funcione tendría que ser con dispositivos menos costosos, entornos más trabajados, conexiones super rápidas (5G) y facilidades para quienes crean contenido.
Justo como estamos ahora es complicado, cuando en reuniones -ahora se nos hacen tan simples- por Zoom o Google Meet, se “caen” las conexiones o no funciona el micrófono o la cámara, o donde ni siquiera tenemos un 4G estable en todo el país, un metaverso funcional se nos antoja lejano.
Un entorno así, tal como lo han conceptualizado, recuerda un poco a la película Wall-E, donde el protagonista -un robot- sigue limpiando el planeta abandonado, luego conoce a otro robot llamado Eva y la sigue por la galaxia, donde finalmente conoce a la raza humana, o lo que queda de ella. Personas inútiles que “viven” su realidad conectados a algo virtual, sobre sillones cómodos y con sus necesidades atendidas sin mover un dedo, atrofiados.
No es necesario llegar a ese futuro porque ya vivimos algo así. Es común en cualquier lugar ver a los pequeños pegados a una pantalla, donde pareciera más sencillo proveerles de un celular, donde los niños parecen mostrar habilidades para buscar o cambiar de contenido, aunque aún no sepan leer o siquiera hablar, menos comprender si de pronto y sin supervisión adulta, ven contenido no apto para ellos.
Las nuevas generaciones ya no son “educadas por la TV”, que de algún modo estaba regulada, sino por aplicaciones como Youtube y TikTok. Como comenté la semana anterior, ahora las invasiones de países son por medio de aplicaciones, sin una huella de violencia pero sí influyendo en los ciudadanos de otras naciones.