La muerte es un verdadero negocio donde la cartera de clientes nunca termina.
Para muchos es el final de todo, un punto sin retorno, la nada. Para otros, más religiosos, es arribar a un segundo plano donde se goza de una paz indescriptible, sin embargo, lo que verdaderamente hay después de que alguien pasa a mejor vida es una serie de gastos y trámites, que si no se previeron a tiempo, causa dificultades en la economía familiar.
Y es que se puede dividir en dos el panorama que sigue a ese trance por el que pasa un ser humano: Legal y administrativo. No propiamente es el difunto el que lo registra, sino los deudos quienes se topan con situaciones imprevistas, desde correcciones en actas de nacimiento hasta escoger un féretro no sin antes contratar paquetes funerarios e ir al panteón a buscar terreno. Sin embargo, en mucha gente aún existe cierto tabú de contratar servicios a futuro “Con eso llamas la muerte” dicen.
Legal. Al momento que una persona fallece en un hospital, las autoridades médicas dan parte de inmediato al Ministerio Público. Este acude a dar fe del deceso donde consta la hora, fecha y lugar del óbito además rinde un informe acerca de las causas que le arrancaron la vida. En el domicilio es igual, con la diferencia que el cuerpo tiene que ser llevado al servicio Médico Forense. Esto ocurre cuando la muerte es por causas naturales ya sea por edad o algún padecimiento.