La antigua hacienda de adjuntas aún existe a orillas del kilómetro 29 de la carretera Federal 57, al norte de Monclova, es un genuino monumento histórico de Coahuila. Sus árboles y paredes han albergado infinidad de personajes importantes y por si fuera poco cuenta con su propia historia de un tesoro fabuloso. ¡Acompáñenme, la aventura nos espera!
Al descubrir un venado en su camino de regreso a la hacienda donde laboraba, aquel vaquero se dispuso a darle muerte y obtener una suculenta carne para su familia y los demás peones.
Pero en primera instancia “se le cebó” pues olvidó su carabina en un jacalito que utilizaban los trabajadores para guardar herramientas o agua y se tuvo que regresar algunos cien metros. Tenía que ser rápido y silencioso de lo contrario el animal se escaparía.
Era una calurosa tarde del verano de 1901 y para su buena suerte, el cuadrúpedo aún seguía en el lugar, pero al disparar sólo lo hirió. El venado se echó a correr con rumbo al cerro de la rata.
A sabiendas que no llegaría muy lejos comenzó a seguir el rastro de sangre del infeliz ciervo llegando a un arroyo profundo dejando su caballo atado a unos matorrales mientras él bajaba.
Sin embargo la sangre se le heló al descubrir que en medio de dos palmeras se encontraba un esqueleto humano, era de una mujer pues su vestido, aunque hecho jirones así lo denotaba. También se hallaba el rebozo atado perfectamente.
Asustado buscó a su patrón y ambos regresaron a donde yacía la osamenta. No había duda se trataba de la fiel costurera que un año antes desapareció. Al desatar el rebozo este contenía… ¡Un total de 300 pesos en plata y 500 en piezas de oro puro!
El patrón le otorgó el dinero a su trabajador pues él lo encontró y llevaron consigo los restos de la desafortunada que le dieron sepultura en el camposanto de la hacienda. El hallazgo causó mucho revuelo en las rancherías aledañas y en la propia Monclova, pues apenas un año antes se había hecho una partida de hombres para buscarla.
Este relato es parte de una misteriosa historia con tintes de leyenda que sin embargo es verídica; sucedió en un lugar muy importante para Coahuila y que aún existe a pesar de ser construido en el siglo XVII. Prepárese a conocer la apasionante narración de lo que esconden los vetustos pinabetes que rodean esta construcción y entérese de los pasajes históricos que alberga ¡La hacienda de las Adjuntas!
UN LUGAR CON MUCHA HISTORIA
¿Cuántas veces ha recorrido la carretera Federal 57 con rumbo al norte de Coahuila? Supongo que muchas y más si vive en esta bendita tierra ¿verdad?
Alguna vez ha visto una serie de frondosos árboles pinabetes a orillas de los carriles que van de sur a norte exactamente en el kilómetro 29 ¿verdad?. La construcción que existe en el lugar y que hasta nuestros días está poblada es ni más ni menos que la legendaria hacienda de las Adjuntas. Sus pinabetes y sus vetustas paredes de piedra han dado sombra y albergado a infinidad de personajes históricos. Ese paraje ha sido mudo testigo de la historia a lo largo de más de 347 años.
El historiador José María Castro Zertuche explicó que fue el 30 de abril de 1675 cuando el padre Juan Larios y el teniente de alcalde Mayor Fernando del Bosque pasaron por el paraje en lo que fue el primer viaje a las tierras norteñas y de eso dejaron constancia en su diario: “Caminaron seis leguas hacia el norte e hicieron un alto en un punto llamado ‘el pajarito’, a orillas del mismo río, que hallaron yermo y despoblado, sin señales de haber sido habitado anteriormente. Del Bosque tomó posesión con el ritual acostumbrado y le puso el nombre de San Felipe de Jesús”. Esta es la primera y más antigua referencia al paraje también conocido como “La cabeza de caballo”.
El 20 de Septiembre de 1689 cerca de un mes después de la fundación definitiva de Monclova, Diego García se presentó ante Alonso de León solicitándole esas tierras “como media legua poco más o menos de la cabeza de caballo” el fin era para trabajarlas y tener ganado recibiendo respuesta afirmativa “Le hago merced, al dicho Diego García, para él, sus herederos y sucesores”.
Sin embargo la condición obligatoria que le impuso De León era que tenía que poblar “La cabeza de Caballo” en un año y hacerla prosperar sin embargo no lo logró y pidió una prórroga en abril de 1693.
Pero… ¿Por qué le llamaban “la Cabeza de Caballo”? la respuesta nos la da el gobernador Gregorio Salinas Varona quien salió de Monclova el 3 de mayo de 1693 para la exploración del norte del virreinato y llegó a las hoy Adjuntas a las diez de la mañana tras recorrer seis leguas: “Llego a un paraje que llaman la Cabeza de Caballo por estar puesta en un mezquite” esa calavera del animal sirvió siempre de referencia. Salinas Varona pasó la noche y llamó a un sitio cuartel de la Santa Cruz. El 20 de marzo de 1697 se llevaron a cabo una serie de mediciones a petición de Diego García convirtiéndose en la “Hacienda de San Antonio de la cabeza de Caballo”.
Castro Zertuche refiere que en 1698 el obispo de Guadalajara, el Fray Dominico Felipe Galindo y Chávez intercedió ante el Gobernador Francisco de Cuervo y Valdez por los indios Alazapas quienes buscaban vivir lejos de las vejaciones que sufría en Nuevo León el 26 de octubre de 1698. En un informe fechado el 23 de junio de 1700 dice: “Poblé en el nuevo valle del Cándamo distante de esta villa ocho leguas, un pueblo y misión intitulado San Antonio Galindo de Moctezuma con 170 personas chicas y grandes, de las naciones Alazapas, Cenizos y Yezmalquios” se presume que este asentamiento contiguo a “La cabeza de Caballo” desapareció en 1721.
Se refiere que en el año de 1729 gran parte de las tierras correspondientes a las Adjuntas fueron adquiridas por el sacerdote José Miguel Sánchez Navarro al comprarla a los herederos del párroco Joshep Flores de Abrego.
Para 1730 se menciona el nombre “Punto de Adjuntas” en el derrotero de Juan Barroteran que plasma que el 8 de febrero de ese año pasó al norte por el sitio sin tocar Monclova.
Además, el célebre Franciscano Agustín de Morfi en sus viajes a las provincias del norte con Teodoro de Croix dice en su derrotero del 15 de septiembre de 1777 que se desviaron erróneamente de la ruta: “Rodeamos dos leguas por haber errado el camino; a las once llegamos a un ranchito donde hay un ojo de agua cortito. Como a un cuarto de legua están unas cinco casillas de adobe desamparadas, que llaman las Adjuntas”. A principios de 1800 Juan Barrera compró la propiedad a la nieta de Diego García, Juliana Ramón y en 1814 la perdió y pasó a manos de Vicente Camacho como pago de deudas.
Este lugar fue testigo de la plática entre el militar norteamericano Zebulón Montgomery Pike y su anfitrión José Melchor Sánchez Navarro cuando cruzó nuestro Estado. Además, en 1835 sus árboles dieron sombra al ejército de Antonio López de Santa Anna cuando se dirigía a la guerra con los Texanos. En octubre de 1846 el general John Ellis Wool pasó la noche con sus hombres en Adjuntas antes de entrar a Monclova en medio de la guerra de México contra Estados Unidos.
EL MISTERIOSO TESORO DE LAS ADJUNTAS
Tras todo este desfile de personajes hubo un “Bom” algodonero y Las Adjuntas tomaron fuerza al comenzar a cultivarse en sus terrenos este producto y se constituyó en un centro de población incluso se nombró una comisaría para el lugar jurisdiccionada a Monclova que también servía para sancionar los delitos y avisar oportunamente de la intromisión de indios hostiles.
En medio de la epidemia conocida como “El Cólera chico” en 1849 había un total de 522 habitantes entre ellos la histórica familia Blanco, cuyo patriarca Víctor, murió a causa de este mal.
Por sus cercanías pasó el primer tren del Ferrocarril Internacional Mexicano que se inauguró en Ciudad Frontera en 1884 y fue en esos años a finales del siglo XIX que fue adquirida por el norteamericano Fernando Karbe (En el diario oficial de la nación del viernes 17 de septiembre de 1926 se identifica a esta persona como propietario).
Y es precisamente en este punto de la historia donde se gestó la situación del legendario tesoro que, de acuerdo al director del Archivo General del Estado Lucas Martínez Sánchez, inició en 1895 con la llegada de una mujer que iba acompañada de un pequeño de siete años.
La joven tenía 28 años y era originaria de Parras de la Fuente, dijo ser viuda y buscaba trabajo y un techo para vivir asegurando que no se arrepentirían pues era buena para la cocina y excelente costurera siendo aceptaba por la señora Karbe.
Acostumbraba a pasear con su hijo todos los domingos rumbo al monte llevando solamente un guaje de agua, patrones y peones la querían mucho, se daba a respetar y era muy servicial.
El cuarto que se le había asignado no tenía techo y ella misma pagó para que los peones se lo remodelaran de una sola tajada.
Como el camino real pasaba frente a Adjuntas, cierto día llegó un vendedor de la empresa Singer y ofrecía máquinas de coser. La dueña de la hacienda adquirió una e increíblemente también la sirvienta compró la suya.
Rápidamente iniciaron los rumores que posiblemente la costurera estaba robando a sus patrones pues era imposible que contara con tanto poder adquisitivo. El Señor Karbe apaciguó a los intrigosos pues no faltaba nada en su propiedad.
En 1899, cuando el pequeñín tenía 11 años seguían con sus acostumbrados paseos por el monte rumbo al cerro de la rata, pero un domingo ya no se le vio; pero “No causó extrañeza pues muchos de los peones apenas cobraban su raya y se iban a Monclova regresando a muy entrada la noche y los patrones creyeron que eso había hecho la sirvienta” dice Martínez Sánchez en uno de sus libros.
Sin embargo, las horas pasaron y no regresó, el matrimonio Karbe revisó el cuarto de la empleada y todo estaba intacto y rápidamente dieron la voz de alerta en la propiedad y en las rancherías aledañas como Hermanas, el Tulillo, Agua Verde uniéndose a la búsqueda.
Por la madrugada una partida de hombres encontró al niño casi muerto del miedo, agotado y hambriento siendo rápidamente llevado a la hacienda donde narró que su mamá no había regresado desde la tarde.
El, la esperó sentadito en una piedra debajo de unos árboles donde ella lo acostumbraba a dejar y nunca tardaba, pero jamás regresó. Lo cuestionaron para saber más indicios donde pusiera estar la costurera, pero afirmó que al caer la noche comenzó a correr lleno de miedo por los animales que hay, pero ya no pudo más.
El hacendado se hizo cargo del pequeño y tiempo después pagó sus estudios en un colegio de Saltillo. Dos años después de la desaparición el vaquero encontró la osamenta con la pequeña fortuna que tenía el reboso.
En el libro “historias y leyendas de Monclova Antología” se menciona que a cinco meses del macabro hallazgo la señora Karbe entró al cuarto de la difunta, aún se encontraba la maquina Singer con la que se confeccionaron lujosas cortinas.
Sin embargo, al mover una castaña que extrañamente tenía doble fondo encontró varias bolsitas de mezclilla que contenían 500 pesos de oro cada una.
Ni tarda ni perezosa le habló a su marido y juntos movieron una gaveta descubriendo un hoyo disimulado con una madera donde había más monedas de oro. Durante la primera mitad del siglo XX el matrimonio Karbe emigró lejos.
¿De dónde procedían esas monedas? ¿Acaso en la caminata que daba los domingos, la costurera se dirigía al escondite de un tesoro? ¿Cómo sabía acerca de esa fortuna?
Hay muchas interrogantes lo cierto es que quizá no fue casualidad el que llegara a pedir trabajo a Las Adjuntas y comenzara a dar sus caminatas en el monte rumbo al cerro de la rata.
Conocía el lugar exacto donde se hallaba la fortuna y poco a poco la sustraía escondiéndola en la hacienda. A partir de ahí se gestó la leyenda del tesoro de Las Adjuntas e infinidad de búsquedas se han hecho en las cercanías del cerro de la Rata, así como excavaciones en los arroyos. Los gambusinos han husmeado en cuevas de comadrejas o tejones, pero nadie lo ha encontrado.
Actualmente es propiedad del señor Pablo Neira y su trabajador Jaime Reyna, quien tiene nueve años viviendo, en el sitio, amablemente dio el permiso para fotografiar el lugar.
Explicó que el panteón se ubicaba frente a la hacienda pasando el río Monclova, que se ubica a poco menos de cien metros de la construcción. Actualmente se tiene que cruzar la carretera, pero en el lugar existen un gran mezquital.
Es increíble como el lugar es conservado, aditamentos y herramientas que se usaron en las épocas anteriores aún existen. Las caballerizas, las bodegas y el zaguán están intactos. Carretas de hace por lo menos un siglo se encuentra en el jardín.
El señor Reyna explico incluso que su familia ha visto cosas extrañas como una señora que pasea or el lugar, con un rebozo y un niño que se pierden entre las arboledas.
Apasionante este relato ¿verdad? La hacienda de Adjuntas conjuga hermosamente la historia con la leyenda, un lugar que enorgullece a los Coahuilenses; es por sí misma un genuino museo de sitio con toda su cronología y su misteriosa leyenda digna de conocerse…¡Y pensar que muchas veces hemos pasado frente a ella! En cuanto al tesoro, en alguna parte de las inmediaciones del cerro de la rata en terrenos de Adjuntas está oculto, pero el secreto de su ubicación exacta la misteriosa costurera se lo llevó a la tumba.