Para los más pobres, la última ola de aumentos de precios al consumidor será un punto porcentual superior que la de los más ricos.
Los gobiernos de todo el mundo están sometidos a una enorme presión para mitigar el golpe del aumento de los precios de los alimentos y los combustibles. En América Latina, la respuesta a dicho dilema presenta el riesgo de encender un polvorín.
América Latina. Desde México hasta Brasil, la inflación alta y persistente está ampliando la brecha entre ricos y pobres en lo que ya es la región más desigual del mundo. Está avivando la agitación política que podría ser un anticipo de lo que se avecina a medida que los encargados de la generación de políticas de todo el mundo luchan por satisfacer las demandas de aumentar el gasto social. En toda América Latina una floreciente clase media está viendo erosionadas sus expectativas. Para los más pobres de la sociedad, la última ola de aumentos de precios al consumidor será un punto porcentual superior que la de los más ricos, según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Un tercio de toda la población de la región está a punto de caer en situación de pobreza, definida como aquellos que viven con 1.90 dólares al día. La evidencia de que el impacto de la inflación pesa más sobre los más pobres es que ya se está convirtiendo en malestar social.
En Panamá, los manifestantes que bloquearon carreteras y puertos lograron en julio que se congelaran los precios de 72 bienes esenciales. Las huelgas observadas en Perú el mismo mes forzaron una promesa de más ayuda estatal para los pobres. El Gobierno de Ecuador está en conversaciones con organizaciones indígenas después de que estallaran disturbios por el aumento del costo de vida.
Un refrán común es que ahora solo los ricos pueden permitirse incluso los alimentos básicos.
Los aumentos de las tasas de interés de 250 puntos básicos o más que este año han realizado al menos siete de las naciones de la región aún no han marcado una gran diferencia, lo que ha llevado a los Gobiernos a implementar recortes de impuestos y programas sociales a expensas de las frágiles finanzas públicas.
Sin embargo, intentar solucionar el problema con dinero podría resultar contraproducente al afectar las monedas y aumentar aún más los precios de los alimentos, según Adriana Dupita, economista para América Latina de Bloomber.