Son fáciles de preparar y de almacenar, pero también esconden posibles problemas para la salud.
Existen personas a las que no les gusta cocinar, la comida enlatada es imprescindible en sus cocinas. Puedes guardarla durante largos períodos de tiempo sin que se estropee, lo cual nos asegura tener una reserva de alimentos en casa por lo que pueda venir, además, de estar lista para ser ingerida sin necesidad de perder el tiempo en la estufa. Atún, verduras, salchichas y frutas son algunos de los ejemplos de alimentos enlatados que podemos encontrar en los estantes de los supermercados, pero ¿es saludable ingerir su contenido?
Este tipo de producto se elabora sellado y aplicando calor. Primero se añaden conservadores a los alimentos frescos, luego se envasan en recipientes herméticos y por último se calientan las latas para destruir las bacterias que pueda haber en ellas.
Una de sus principales ventajas es precisamente esa capacidad de poder almacenarlas sin que se pongan en mal estado para así poder abastecerse en caso de emergencias o corte de suministro. Su precio también es muchas veces más accesible siendo en muchos casos más barato el alimento en conserva que el fresco.
En el caso de los nutrientes, las conservas suelen mantener la mayor parte de ellos e incluso en ocasiones superar a las comidas preparadas en casa. Asimismo, en caso de no ser consumidores frecuentes de pescado y verdura fresca, la ingesta de estas en conserva es más beneficioso que no hacerlo.
Optar por estos productos de vez en cuando no supone ningún tipo de riesgo para la salud, algo que cambia en caso de que abusemos de ellos en nuestra dieta diaria.
El problema no reside en el contenido, sino en el continente: gran cantidad de las latas metálicas están recubiertas con un componente químico llamado Bisfenol A (BPA), que evita la oxidación, pero está relacionado con la alteración hormonal, la obesidad, las enfermedades cardíacas, la diabetes tipo 2, la infertilidad masculina, complicaciones neurológicas e incluso con algún tipo de cáncer.
Otra cuestión es que suele contener altas cantidades de azúcar y sal, ya que estos son conocidos como buenos conservadores, pero que a la vez pueden anular gran parte de la nutrición original de los alimentos.
Conviene escurrirlos y lavarlos antes de ingerirlos, también para eliminar otros aditivos químicos que se añaden para modificar aroma, sabor y textura.
Algo a tener en cuenta cuando hemos decidido comprarlos, es revisar el envasado que debe estar correctamente realizado. Por eso la Procuraduría Federal del Consumidor aconseja no ingerir latas con la tapa hinchada o aquellas en las que el producto salga disparado al abrirla o desprendan mal olor.