Su primera acción fue realizar un trabajo de convencimiento a los dueños de las viviendas, explicarles el valor de las edificaciones, las razones para reconstruirlas y que recibirían el apoyo del gobierno federal para ello.
Pero para ganar tiempo ante las demolicones que ya habían comenzado, idearon colocar sobre los dictámenes de “demolición” de la Sedena unos sellos con el logo del INAH y grafiteaban en la fachada “No demoler. Esto es patrimonio”, ello obligó a la maquinaria a no intervenir y alejarse. A pesar de ello se perdieron por demolición 15 viviendas con valor histórico.
“Recuerdo que al tercer día el encargado que envió Gobernación me dijo: tienes 24 horas para rescatar tus casitas. Traían la encomienda de tirar y limpiar todo. Afortunadamente teníamos un plan. Cuando vimos lo que se pretendía actuamos en conjunto. La primera casa que rescató la fundación fue una que se ubica en el barrio Guichivere. Aquí grafiteamos la anotación de demolición que puso la Sedena, después remarcamos que era patrimonio y cuando la maquinaria del gobierno vio aquello, determinó no intervenir porque estaba en revisión. Así fue como ganamos tiempo y salvamos muchos edificios”, narra a EL UNIVERSAL Luis Díaz Jiménez, quien todavía continúa al frente de la Dirección del Patrimonio Edificado de Tehuantepec.
Por supuesto, agrega, las réplicas y el miedo a que colapsaran las casas llevó a mucha gente a aceptar que sus viviendas fueran demoliadas. “Eso fue una reacción natural del miedo”, rememora.
El avance del exconvento
De 14 templos afectados por a fuerza del terremoto, a cinco años ya están completamente restaurados 10 iglesias de los barrios Laborio, San Jerónimo, San Jacinto, Bixana, San Sebastián, Cerrito Chucuini, Santo Domingo de Guzmán, Catedral de San Pedro, Guichivere y Jalisco, mientras que están pendientes los templos de San Juanico, Santa Cruz, Lieza y Santa María, pues aunque ésta última no sufrió grandes daños, sí requiere mantenimiento.
La supervisión de la reconstrucción fue realizada de parte del INAH y la ejecución de las obras estuvieron divididas entre la Fundación Harp Helú y el Instituto del Patrimonio Cultiural del Estado de Oaxaca.
En lo que se refiere al exconvento dominico, una de las principales joyas arquitectónicas del Istmo, las autoridades reportan un avance del 70% y señalan que aunque la recuperación se logró y está fuera de riesgo, aún no terminan los trabajos.
La primera etapa de la reconstrucción será entregada en este mes y comprende el acceso principal, conocido como sala profundis, el comedor, la cocina, el patio central y la capilla o sacristía del templo de Santo Domingo. Estos espacios podrán ser ocupados para exposiciones, conciertos, presentaciones y actividades culturales.
En los trabajos de recuperación los restauradores encontraron varias capas de frescos que van del siglo XVI al siglo XVIII. En una de las pinturas se ilustra a un fraile con su ropaje que podría ser el papa Gregorio; además se descubrieron escenas de la vida cotidiana de Tehuantepec y confesionarios.
Mientras que en el patio se localizó parte de taludes prehispánicos, lo que sugiere que el exconvento se construyó sobre un templo zapoteca, también se encontraron osamentas, pues el lugar fue cárcel y cuartel.
Para la Dirección del Patrimonio Edificado, la ciudad de Tehuantepec tiene una recuperación del 70% a cinco años del terremoto, por lo que lamenta que los apoyos para la reconstrucción hayan cesado, por lo que buscarán nuevos proyectos y campañas para recaudar fondos y concluir con la recuperación de todas las viviendas con valor patrimonial.
Juchitán, estancada
Juchitán fue la ciudad con más viviendas dañadas en el Istmo, pues superó las 15 mil, aunque registró menos edificios históricos afectados. Entre ellos muestran un gran retraso en su recuperación la iglesia de San Vicente Ferrer, el Palacio Municipal, el Portal de los Símbolos Patrios y la Casa de la Cultura.
Durante la reconstrucción de la iglesia de San Vicente Ferrer descubrieron que todas las áreas que se intervinieron en 1955 fueron las que se colapsaron. Entre los daños destacan la gran bóveda de cañón corrido en la nave y la cúpula en el presbiterio, mientras que uno de los campanarios se derrumbó y las torres que le daban sustento tuvieron colapsos y pérdidas parciales. A cinco años, esos campanarios fueron removidos.
Entre los descubrimientos destacan están libros de bautizos, casamientos y defunciones de 1763 y 1764. Aquí el Taller de Restauración de la Fundación Harp Helú también recuperó correspondencia de 1865, así como documentos del siglo XX que cuentan la historia de Juchitán.