Cada 31 de julio se recuerda a San Ignacio de Loyola, patrono de los ejercicios espirituales y fundador de la Compañía de Jesús, de la que proviene el papa Francisco.
Ignacio nació en 1491 en el castillo de Loyola, ubicado en el norte de España y fue bautizado como Iñigo López de Loyola.
Hijo de Bertrán de Loyola y Marina Sáenz, Ignacio nació en una familia acomodada y fue el hijo menor de once que tuvo el matrimonio, ocho varones y tres mujeres.
Desde pequeño fue competitivo y se interesó por la caballería y la vida militar, así que durante su adolescente decidió enlistarse en el ejército, convencido de convertirse en el mejor capitán.
En 1521, ya con 30 años, fue gravemente herido con una bala de cañón durante la Batalla de Pamplona, cuando defendían esa ciudad de las tropas francesas.
Iñigo fue enviado a Pamplona, donde le realizaron varias cirugías, sin embargo, quedó cojo.
Durante su larga convalecencia, Iñigo le pidió a su hermana que le llevará libros de caballería, pero ella sólo tenía libros religiosos pues la lectura era limitada en esa época. Fue así que Iñigo leyó ‘La vida de Cristo’ y el ‘Año Cristiano', es decir la vida de los santos.