“¡Vaya día! ¡Vaya día!”, se regodea feliz el nuevo Pinocho salido de la mente de Guillermo del Toro en los escasos ocho minutos mostrados el miércoles en exclusiva en el festival internacional de animación de Annecy (Francia). Y así es como se debieron de sentir los elegidos para la gloria que tras aguardar en largas colas consiguieron acceder al plato fuerte del principal certamen de animación del mundo: la presentación de los futuros estrenos animados de Netflix y, en concreto, la presencia de Guillermo del Toro (Jalisco, México, 57 años) en el escenario como director de la nueva versión de Pinocho. Como reconoció el autor de películas como La forma del agua o El laberinto del fauno, la única razón por la que movió su “culo gordo” hasta esta localidad francesa desde Canadá, donde ha rodado su último filme de animación con la técnica stop-motion, fue la de mostrar a los aficionados esas primeras secuencias de trabajo “tras 15 años de viaje”.
Y la sala, llena hasta la bandera, se lo agradeció con una gran ovación y el público en pie.
Una historia que el mismo ha conectado con dos de sus primeros filmes, El espinazo del diablo y El laberinto del fauno, y que decidió rodar en stop-motion porque es un género “perpetuamente al borde de la extinción” pese a ser una de las formas más primigenias del cine.
“Cuando vi King Kong [la versión de 1933] entendí lo que significa animar. Dar alma a algo que no está vivo”, recordó. Eso es lo que Del Toro ha querido hacer con su película: alimentar la llama que quiere sacar la animación de su nicho y quemar la etiqueta “para niños”.
“A ver si por fin en esta década se dan cuenta de que la animación no es un jodido género”, gritó a una audiencia de conversos que ve en esta técnica otra forma más de hacer cin